lunes, 5 de mayo de 2014

Puente de Mayo en Guara


Otros años, a estas alturas ya habíamos estrenado la temporada, pero en general pasando bastante frío (todavía recuerdo el Artázul en 2013...). Este año anunciaban tiempo soleado para el puente, aunque con una entrada de Norte, que dejaría las nubes retenidas en el lado francés del Pirineo, pero no tanto el aire fresquito. Como había mucha nieve todavía en el Pirineo y cuanto más al Sur, más calor haría, Guara era el lugar perfecto para empezar este 2014.
Tuvo poco éxito la convocatoria de la salida en el club, y la cosa quedó muy familiar: mi hermanito, Lorena y yo. Lorena avisó a su amiga palentina Laura y yo se lo comenté casi de rebote a Javi, de Guadalajara, a quien le faltó tiempo para cambiar el turno en el curro para venir con nosotros. Lo malo de barranquear con Javi es que es difícil recortarle ventaja en nuestra pequeña guerra de muescas...
Para alojarnos, elegimos un apartamento en Rodellar, lo que nos permitió no tocar el coche durante dos de los cuatro días.


Día 1: La Virgen + Mascún


Laura y Carlos no conocían el Mascún. Para mí, es EL barranco de Guara. Lo tiene todo: saltos, rápeles en cascada, badinas, oscuros, paisajes... También por eso es de los más frecuentados, por lo que no debe hacerse con el tiempo justo ni con excesivas prisas, siendo más conveniente llevar un poco de paciencia porque seguramente tocará esperar en alguna cabecera, sobre todo si elegimos un día festivo.
En nuestro afán por añadir muescas, tuve la ocurrencia de descender al lecho del Mascún no por la senda habitual, sino por el barranco de La Virgen. Creo que estuvo bien la decisión, pues no nos alargaría la aproximación mucho más de media hora, y supuso un cambio al recorrido habitual. La verdad es que el barranco en sí no presenta un gran atractivo: está completamente seco y sólo se encaja en el par de rápeles finales.

Barranco de la Virgen.

Después de este tentempié, seguimos con la aproximación al Mascún. Para nuestra sorpresa, corría agua también por todo el tramo inferior. No sé por qué, pero la subida a Otín cada vez se más hace más llevadera. Como pequeña recompensa, se veía el macizo de Monte Perdido con bastante nieve todavía, al fondo. Nuevamente, un paisaje precioso, con Guara verde.
No sé decir si empleamos 3 horas, 4 ó 2. Poco importa. Siempre he dicho que Mascún o Gorgas hay que tomárselos como una especie de senderismo por Guara, donde la vuelta es acuática y la única pega es el peso de la saca. Si piensas únicamente en una aproximación de tres horas, se te hará larguísima; yo prefiero pensar en una ruta en un entorno espectacular.

Vistas sobre el Mascún desde la subida de Otín. Al fondo, nieve en Ordesa.

Al pasar por Otín, nos tocó atravesar el lecho de su barranco, ¡por el que corría un agua tranparente! ¡Qué ganas de olvidarse de la normativa! Pero Otín está prohibido hasta el 30 de Junio y debemos respetarlo. Para un sitio donde parecen haber regulado el barranquismo con conocimiento...
Como era de esperar, algún grupillo más en el Saltador de las Lañas. Así que aprovechamos para comer algo, e ir entrando escalonadamente. Como siempre, nada más ponerse el neopreno, en frío, entramos en salto. Otro saltito, rápel hasta la repisa y salto largo. La diferencia con otras ocasiones es que el caudal era sencillamente perfecto para hacerlo precioso, sin llegar a dificultar nada. Y el agua estaba completamente transparente, ofreciéndonos las típicas badinas azul turquesa de Guara.

Saltador de las Lañas.

Misma tónica en las cascadas de Peña Guara: salto + saltito + rápel. Nada ha cambiado, salvo el agua, que además de más limpia, también está más fría que en otras ocasiones.
Llegamos a la cueva y a los oscuros de Otín, y aquí nos juntamos con otros grupos que habían entrado por Raisén y por Os Cochás, así que nos tocó esperar un poco antes del Pozo Negro. Con la oscuridad, aquí sí estaba fría el agua. El Pozo Negro se podía rapelar por el agujero, aunque era el punto donde más empujaba el agua: un puntito de emoción para hacer un descenso perfecto.

El Pozo Negro.

Javi saltando al final de los Oscuros de Otín.

Después de los Oscuros, el barranco se abre y ya casi solamente nos queda caminar. Carlos y yo optamos por seguir por el cauce antes del Caos del Onso, pero los demás prefirieron salirse por una de las sendas paralelas. Ya se darían cuenta de su error...
Hasta casi el cruce con la subida de Otín no nos quitamos el neopreno, bastante más abajo que otras veces. Ya sólo nos quedaba disfrutar de una cerveza en la terraza del apartamento, con los últimos rayos de sol del día.


Día 2: Os Fornazos + Mascún


Le tenía yo echado el ojo a Os Cochás, uno de esos barrancos cortitos con una larga aproximación. Y estaba entre mis pensamientos para este puente, ya que además tampoco había que coger el coche. Pero las chicas habían pasado mucho frío en los oscuros de Otín, y un grupo nos había mostrado el día anterior dónde caía, justo al principio de la badina que precede al Pozo Negro. Así que hubo que descartarlo, en favor de su hermano Os Fornazos, algo más cercano y que cae justo a la salida de los Oscuros.
Seguimos las indicaciones del libro de Salamero para la aproximación y, aunque él indica que todas las badinas del Mascún son evitables, decidimos echar el neopreno, pues por una parte no queríamos evitarlas, y por otra tampoco teníamos nada clara la forma de hacerlo, sin tener que pegarse con unos cuantos matojos.
La aproximación pasa por Cheto y por la cabecera del barranco de la Virgen. Después, la subida se endurece hasta que nos asomamos al Mascún junto a Os Cagatés. Se nota que esta vertiente del Mascún es menos transitada, y eso que las vistas son aún más espectaculares. Quizás aún más que para el Mascún o Gorgas, solamente la aproximación merece la pena. Además, aunque a priori podría parecer fácil perderse, lo cierto es que las sendas son claras y los cruces están bien indicados.

El Mascún desde Os Cagatés.

Llegamos al cauce del barranco y nos lo encontramos todo bastante vestido de vegetación, bastante más molesta de lo deseado. Tras una media hora de apartar ramas, ramitas y zarzas, llegamos a la primera instalación, con anclaje químicos. El barranco quizás no esté muy frecuentado, pero ha sido reequipado después de la publicación del libro.
Todo el barranco es completamente seco, a excepción de dos pequeñas badinas, en una de las cuales caerá nuestra cuerda al recuperarla (la intermedia entre el R40+25) y que, desfortunadamente, no olía precisamente a rosas ni a azahar. Pudimos ver que en el primer rápel largo (R40) prácticamente habría servido nuestra cuerda de 60 en doble, y que con ella descendimos en simple el R40+R25, con nudo inicial y fraccionamiento incluidos. Sin embargo, los dos rápeles finales (R15+R35) sí tienen al menos esa longitud.
No es un barranco encajado ni tiene un especial atractivo, pero nos dejó un buen sabor de boca hacer un descenso diferente, fuera de los principales y transitados.

R40 + R25... con una cuerda de 60 m.

De vuelta, esta vez sí, todos por el agua antes del Caos del Onso, con el salto desde el bloque y un paso de sifón buceando para Javi. Pero hoy llegamos un poco más tarde, y el sol se escondía cuando abríamos la cerveza.


Día 3: Fondo + Cautiecho


Si los días anteriores habíamos caminado bastante, en éste no nos quedaríamos cortos. Yo quería conocer Cautiecho, del que dicen tiene uno de los rápeles más bellos de Guara. Aunque la combinación ideal es con Cueva Cabrito, esa muesca estaba ya en nuestro ocho, pero no la del Fondo.
Si ya pensábamos pasar un rato andando, al aparcar en la entrada del Fondo, una persona desde un todo-terreno del Gobierno de Aragón nos indicó que aparcásemos un kilómetro más adentro, en el mirador del Balcés. No comprendemos muy bien esa decisión, pero no íbamos a discutir por media hora más de pateo.
Resulta que por el Fondo, habitualmente seco, también corría un hilo de agua desde al inicio, reforzado por los otros hilos de sus afluentes. Es otro barranco típico de conglomerado, que pide oposición, con tres tramos bien diferenciados:
  • Los rápeles iniciales, que van encajando el cauce en la roca.
  • Un tramo central horizontal, entre bosque, cuya vegetación no molesta nada.
  • El tramo final, estrecho y oscuro.
Primeros rápeles en el Fondo.

Nos gustó, y eso que no esperábamos gran cosa de él, la verdad. De hecho, para mí no tiene mucho que envidiar a su vecino Cueva Cabrito. Aunque éste es más encajado y estrecho, también se me hace algo largo y monótono, cosa que no ocurre en el Fondo. Eso sí, no tiene su sala final ni su rápel con erosión helicoidal.
Debo señalar que en el último derrumbe de bloques hay un precioso tapón de zarzas. Queda un hueco por su parte inferior derecha, pero si va alguien con ganas de hacer una poda, seguro que otros muchos se lo agradecen.

El final es la parte más estrecha.


Después de comer, un trocito por el Balcez hasta el estrecho Cautiecho, donde nos quitamos el neopreno y comenzamos una empinada subida. Hay bastantes hitos balizándola, pero se nota que no es una senda muy frecuentada. Al rato de subir alcanzamos el GR del Somontano, muy cerca del puente de Cautiecho. Pero, siguiendo el libro de Salamero, optamos por seguir subiendo. Alcanzamos el mirador de As Canales y decidimos seguir subiendo al no ver ninguna senda que bajase al cauce. Cuando el GR corona y gira decididamente al Sur, comprobamos que nos habíamos pasado, y volvimos al mirador. Allí si, aparecía una senda poco marcada con hitos que nos conducía al cauce, por una bajadita más que empinada.
El primer tramo del barranco, bajo As Canales, no nos despertó interés ninguno. Nuevamente, pasamos bastante tiempo apartando vegetación y esquivando charcos de barro. Cuando el barranco empezaba a encajarse y a ganar interés, sobre nuestras cabezas vimos el puente (más bien, los puentes: uno viejo y otro nuevo). Así que, para otra vez, empezaremos el descenso en este punto.
Rápidamente alcanzamos el R40, que sólo se intuye cuando estás a pocos metros de él. En efecto, puede que sea el rápel más bello de Guara, sobre todo con el chorrito de agua que nos acompañaba.

R40 de Cautiecho.

El resto del descenso es típico de conglomerado: un estrecho a ratos sinuoso, con algún resalte destrepable en oposición.
Cautiecho cumplió básicamente con las expectativas... siempre que nos olvidemos del tramo inicial y el exceso de subida.

El final de Cautiecho también es un pasillo estrecho en conglomerado.

Para volver, remontamos el río durante unos 10 minutos e hicimos el retorno largo de Cueva Cabrito, con calma, disfrutando de las vistas y el atardecer sobre los prados de la subida, muy verdes en este momento. Un ratito más por carretera hasta el Fondo y otro ratito más por camino. Esta vez, la cerveza dentro: ya no había sol ni casi luz.


Día 4: San Martín de la Val d'Onsera


Yo quería hacer Lenases. Pero a los responsable de mis compañeros les dio por buscar información sobre él, y leyeron cosas como "pinchos", "imprescindible pantalón largo", "senda que se pierde", "marmitas podridas", "instalaciones precarias", "muerte y destrucción"... Vamos, que se me amotinaron y decidieron que, de camino a casa, hiciésemos San Martín, mucho más humano, y que solamente conocíamos Lorena y yo.
También les propuse una de clásicos cortos: Oscuros de Balcez + Formiga, que no conocían Laura ni Carlos, pero ciertamente nos habría llevado más tiempo.
La aproximación a San Martín es otra de esas más bien largas pero que merecen el esfuerzo por los paisajes. Antes de entrar al barranco, la completamos con la visita a la ermita, con su pintoresca cascada. ¿A quién se le ocurriría venirse hasta aquí a poner una ermita...?

Ermita de San Martín de la Val d'Onsera.

El tramo hasta ponernos el neopreno se me hizo largo, la verdad. Recordábamos mientras tanto nuestro primer intento, donde nos sorprendió una severa tormenta que nos hizo retirarnos, más que por el agua, que empezó a correr de repente por todo el barranco, por las piedras que arrastraba y que se oían precipitarse por las paredes. Días después vi que habían podido caer más de 40 l/m2 en menos de una hora, con una capa de unos 5 cm de granizo.

Rápeles con tobas.

Todo el barranco discurre entre altas paredes.

Pero hoy hacía sol y una temperatura espléndida, y los tritones nadaban en algunas pozas. Quizás como ya lo conocía, esta vez me gustó menos, pero es un barranco bonito, bien encajado, sin tiempos muertos, aunque esta vez parecía un cementerio, con dos cadáveres de cabra y un ratón flotando en el agua.

Un tritón.


Cumplimos con el horario previsto para poder llegar a casa a horas decentes, unos simplemente cansados y un poco arañados y otros totalmente magullados por las costuras del neopreno, la falta de costumbre con el arnés y la lucha con los matojos pinchosos. Pero todos contentos con este puente barranquero, y yo con mi muesca 97. Javi, pillarte no te pillaré, pero habrá que pensar en algo especial para la 100...

Autofoto de grupo bajo las cascadas de Peña Guara.





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