sábado, 23 de mayo de 2015

Rubicera - Mortero de Astrana

Primero fue el Besse, luego los bretones; después llegó el esquí, y ahora Lucas... ¡Imaginad las ganas que tenía de hacer alguna cuevecilla! Así que debo dar gracias infinitas a la mamá de Lucas, que no sé si se quedó más triste porque me fuese yo o por no poder venir ella a recorrer de nuevo la Rubicera.

Salimos Pablo, Antonio, Matapinos y yo desde Aranda prontito y quedamos con Elena en el bar de La Gándara. A pesar de que éramos 5 y teníamos dos coches, decidimos no hacer combinación y aparcamos directamente en la salida del Mortero. Creemos que incluso se pierde algo de tiempo llevando un coche al aparcamiento de la Rubicera.

Tras saludar a unos compañeros de Niphargus que subían a Calaca de cursillo, nos encaminamos hacia el Mortero, para instalar la salida. Pero, ¡oh, sorpresa! No había una sino dos vías instaladas. Comprobamos la de la rampa y escondimos apropiadamente la cuerda que habíamos preparado para esta instalación: no nos apetecía cargar con ella por toda la cueva, pues ya llevábamos otras dos, por si acaso.

Boca del Mortero. Antonio revisando la vía.

Así que encendimos el GPS y nos encaminamos hacia la Rubicera siguiendo un track de wikiloc. Fuimos haciendo más o menos caso, pues aunque arranca muy bien, luego nos llevaba atravesando un lapiaz, que se podía rodear cómodamente por un prado, y en otra zona preferimos atajar sin perder altura en lugar de hacer el subeybaja que indicaba. Pequeñas mejoras, vamos...

Primer destrepe.

Sin problemas alcanzamos los destrepes de entrada al balcón de la Rubicera. El día estaba soleado y la hierba seca, así que no tuvimos dificultad en destrepar el primero, y bastó la cuerda que había en fijo para asegurarnos con la mano en el segundo.

En la primera boca de Rubicera, con la cascada del Asón al fondo.
Un mordisco y ¡adentro!

Nos llevamos la reseña descrita por los compañeros de Espeleogel en su blog, bastante clara, la verdad. También es cierto que era la segunda vez que yo realizaba esta travesía, aunque mi memoria no era tan buena como en otras ocasiones. Se nota que la cueva es larga, o que ya son muchas las cuevas en mi memoria, o que mi memoria ya no es lo que era... El caso es que solamente nos despistamos levemente en la Galería del Tambor, pero mereció la pena por las formaciones que vimos.

Grandes galerías de Rubicera.
Despiste junto a la Galería del Tambor.
Llegada al río de Rubicera.

Vía Real.

Formaciones en la Vía Real.

No voy a relatar la sucesión de salas, galerías, pasamanos... ya que está todo suficientemente descrito en otros sitios. Simplemente diré que nos encontramos todo instalado en fijo, en un estado aceptable, salvando algún roce en alguno de los pasamanos del Mortero, pero están todos con cuerda doble o triple.

Pasamanos sobre el Pozo de la Cascada Blanca.

Matapinos dejando claro quién manda.

Cascada del Leolorna.

Rampa de bloques del Mortero.


También nos encontramos con cuatro troglobios que decían ser de la zona, pero yo creo que nos estaban engañando, por el acento sureño de uno de ellos. Además debían de estar enfadados, porque iban de dos en dos y parecían empeñados en no juntarse...

Nos llevó 9 horas alcanzar el coche de nuevo desde que entramos por Rubicera, por lo que no se dio mal del todo.

En cuanto a recomendaciones:
  • Para los ríos de la Rubicera y el Mortero no llevamos neopreno ni nada especial; solamente el forro polar bajo el mono exterior. Si no se para mucho, es suficiente, y luego te terminas secando sobre la marcha.
  • Algunos optaron por las botas de agua y otros no, pensando en no tener que achicar el agua después de cada vadeo. Cada uno defendió su opción durante toda la travesía, menos yo, que cambié de opinión al ver la desintegración de mis suelas (Lamento los restos de goma que seguro he debido dejar tirados por la cueva; tendré que repetir para limpiarlos, jejeje). 
  • No siempre hay que fiarse de hitos, balizas y demás. A veces marcan el camino que queremos y a veces no.
  • En los pasamanos que evitan mojarse en las marmitas del Mortero, lo más sencillo resulta colgarse de una sola cuerda con un único cabo. Total, si algo casca, todo lo más es que nos mojemos.
  • No olvidar apuntar en el libro de la tartera, por si pasa algo y hay que buscar...

Una cosa es apuntar en el libro y otra leérselo enterito...

Eso me pasa por no calzar Michelin...


domingo, 17 de mayo de 2015

Río Lobos, la primera de Lucas

A punto de cumplir un mes, decidimos que ya iba siendo hora de que Lucas empezase a conocer el campo; a ver si vamos metiéndole el gusto por los árboles y las piedras, más que por el asfalto o los bares de copas. Pero como todavía no sabe andar, y mucho menos rapelar, nos decantamos por algo cercano y suavecito: el Cañón del Río Lobos.

Casi todo el mundo que visita el Cañón lo hace desde Ucero, caminando hasta la Ermita de San Bartolomé. El caso es que nosotros lo tenemos muy visto, y preferimos decantarnos por aparcar junto al Puente de los Siete Ojos, y empezar nuestra ruta hacia Hontoria del Pinar, por la parte menos transitada.

Vadeando el río frente al Puente de los Siete Ojos.

 En esta época del año es cuando está todo más bonito, por el verde de la vegetación y las flores. Aunque si lo que queréis es ver agua corriendo por el río, hay que esperar a épocas de lluvias o deshielos. Es lo que tiene este terreno kárstico...

Hacia Hontoria.

La verdad es que simplemente pensábamos pasear un poco y listo, pero menos de un km después de dejar el puente, tuvimos que dar media vuelta: el camino es demasiado abrupto para un carrito de niño. Así que optamos por seguir caminando por el lado sur, hacia Ucero.

Tomando un tentempié.

No contábamos ni mucho menos con llegar a la ermita, sino simplemente sacar a Lucas a respirar aire libre, así que logramos nuestro objetivo con creces.

Y, puestos a redondear el domingo dominguero, una paradita para pasear por las calles de Peñaranda. Merece la pena.

Peñaranda de Duero.