martes, 6 de septiembre de 2016

Nueva red en la Torca de los Morteros

En alguna ocasión he insinuado una misteriosa exploración que estábamos llevando a cabo en algún sitio...

En 2009 visité por primera vez la Cueva de Imunía. Buscábamos una sucesión de pozos que conectaba con el Tercer Piso de la Torca de los Morteros, de la que ya había visitado los otros 3 niveles principales. Encontré un destrepe entre bloques que desembocaba en un pozo sin instalar; nada encajaba con la topografía. El astuto método de la piedra que cae me anunció un pozo de ¡cerca de un centenar de metros! Una segunda salida bastó para confirmar que eso era algo no explorado, así que iniciamos discretas conversaciones para confirmar que los descubridores originales de la red no lo conocían y estaban de acuerdo en que lo explorásemos.

La nueva red de pozos recoge lo principal de las aguas que provienen de las galerías superiores de Imunía, así como de los arroyos que se introducen por la boca, así que debíamos aprovechar épocas de estiaje e incluso sequía para atacarla. Con la "suerte" de un verano seco, en pocas salidas descendimos el primer P25, seguido de un P70. Un pequeño P3 nos daba acceso a un meandro desfondado que se convertía en un P30 aéreo. Y de ahí, un grandioso P75. Tras unos metros de caminar, un nuevo P38 nos dejaba en una zona con algunos bloques. Descendiendo un meandro bajo ellos y un nuevo P10 ya entre bloques, alcanzamos un primer punto bajo a -389 m (Posteriormente recalculado y corregido a -406 m).

Topo de 2012. Señaladas las dos grandes incógnitas pendientes: 1.- Variante de acceso al P75. 2.- Gran Sala del Ágora.


Desde el principio, Carlos Puch se mostró muy interesado, ya que la Torca de los Morteros es uno de los sistemas a los que más cariño le tiene, y que él exploró y topografió por completo. Así que nos acompañó desde las primeras salidas. En él conocí a un gran espeleólogo y magnífico compañero.

La vida da vueltas: en 2014 me rompí el tobillo y emigré temporalmente, y en 2015 un señor bajito empezó a requerir bastante tiempo y dedicación, así que me perdí la fase final de la exploración de la red, en que se descubrió y reconoció una gran sala final, la Sala del Ágora. Se acabó nuestro sueño de salir a la calle por Ramales, jejeje.

En los últimos años nos dimos verdadera cuenta del peligro que corríamos con esa exploración. Yo encontré la nueva entrada gracias a un derrumbe ocurrido posteriormente a la exploración del sistema en los años 80. Prueba de ello era un punto topográfico en la sala de entrada de Imunía que quedaba a unos 4 ó 5 metros de suelo, ¡fuera de todo alcance! Sencillamente, el suelo se había hundido debajo. Y entre sequía y sequía, el destrepe inicial cambiaba: un bloque gigante que yo recordaba ahí y ya no está, otro bloque que ahora sí... Hasta hace poco, en que Carolo me avisó de un gran cataclismo que había cambiado completamente la entrada. Y las cuerdas que dejábamos en fijo en el interior aparecían completamente reventadas cada verano.

Por un lado, siento algo de pena por no haber podido participar en el final, y al mismo tiempo alivio por terminar con una red que se estaba manifestando muy peligrosa.

Adjunto link al artículo publicado por el G.E.Edelweiss.