sábado, 22 de noviembre de 2014

Melungo en el país de los bretones


Sí, ya sé que llevo varios meses sin publicar ninguna aventurilla nueva, pero tengo dos razones para ello:

  • La primera es que la caída del Besse se saldó finalmente con casi tres meses de baja, dos de ellos sin caminar o haciéndolo con muletas. A día de hoy, 4 meses y medio después, consigo correr ya 45 minutos a trote cochinero o poco más, pero acabo con la sensación de haberme hecho una maratón a la pata coja. Todavía me queda por recuperar, pero sigo mejorando poco a poco.
  • La otra es que ahora mismo estoy sumido en otra "aventurilla", aunque ésta no implica cuerdas, arneses ni neoprenos: llevo un mes y medio currando en Inglaterra.
Si sumamos las dos, poca oportunidad tengo de ir de cuevas o de barrancos, a pesar de que Julia, desde Manchester, se ha ofrecido a mostrarme los encantos gatero-barrosos que tienen estos ingleses.

Dónde vivimos


El 5 de Octubre me vine con otros dos compañeros (ahora ya somos 4) a la fábrica que nuestra empresa tiene en Ware, a unos 40 km al norte de Londres. La primera semana estuvimos alojados en Wadesmill, a unos 4 km, en una especie de hotel rural de estilo inglés (Old English Inn). No estaba mal, pero vivir durante dos meses en un pueblo de 264 habitantes con una única línea de autobús que no operaba los domingos se nos antojaba un tanto... durillo. Así que solicitamos mudarnos a Hertford, también a unos 4 km, pero con estaciones de tren y un tamaño ya casi como el de Aranda. En Hertford tenemos un poco de todo y cada media hora o menos hay trenes a Londres.

Ware
Nuestro hotel se convierte los fines de semana en un bar de copas, con porteros que no nos dejan entrar con deportivas, pero no es que vengamos de un país precisamente silencioso...


Inglaterra


Durante nuestra estancia en Wadesmill, aproveché para pasear por los alrededores. Inglaterra es verde, como ya sospechábamos. No llueve tanto como nos creemos, pero lo hace de forma más débil, por lo que hay muchos más días de lluvia al año, aunque cae poca cantidad de agua en general. De hecho, el Norte de España recoge el doble de agua al año que Londres. Pero como no es tan frecuente ver el Sol, y éste calienta bastante menos, no hay tanta evaporación y los campos están siempre verdes.

Iglesia de Thundridge, junto a Wadesmill
La mayoría de los ingleses vive en una casa, si es posible con jardín. Y se pueden encontrar jardines tremendamente bien cuidados, de los que parecen que cortan el césped con tijeras (Leed Astérix en Bretaña). Muchas parcelas y sembrados están delimitados por vallas de madera o setos, que también podan de vez en cuando. Pero incluso en aquellos terrenos no delimitados físicamente, se observa un respeto escrupuloso a los límites, como por ejemplo una franja que debe dejarse libre junto a un arroyo.

Típica casa inglesa con típico jardín inglés.

Como hay mucha casa unifamiliar, las poblaciones son extensas. Y aunque la red de ferrocarril o de autobús es densa, casi todos los ingleses se mueven en coche. Así que los atascos son frecuentísimos. No es extraño tardar más de una hora en recorrer 30 km (doy fe de ello). No olvidemos que el Reino Unido tiene 65 millones de habitantes, y 53 de ellos son ingleses, metidos en una superficie como la cuarta parte de España.

Los ingleses


Mucha gente nos advirtió de que los ingleses son extremadamente correctos y educados, rígidos podría decirse... El caso es que no es tan exagerado, no son tan estirados como nos pensamos. Sí son más corteses en determinadas ocasiones, como al pedir en un restaurante, donde todos se dan las gracias y por favores entre sí (cosa que no está de más, ciertamente), pero en el día a día son más normales de lo que nos pensamos. Hay gente muy amable y simpática, y gente más borde y seca, como en todos lados.

Para reducir la velocidad, ¡quitan un carril!
Sí hemos observado que son más cuadriculados. Ellos tienen una forma de hacer las cosas y no se platean cambiarla fácilmente. En ese sentido, los del Sur somos mucho más flexibles y adaptables, dispuestos a improvisar sobre la marcha si es necesario.

Conducen por la izquierda y emplean un sistema de medidas incomprensible (millas, yardas, onzas, pintas, galones, libras...). Defienden que ellos son los que lo hacen bien y el resto del mundo está equivocado, aunque creo que esto es más orgullo patriótico como seña de identidad, y en el fondo admiten que son ellos los equivocados. Pero nunca lo admitirán abiertamente. Por cierto, me gusta el humor inglés, aunque me cuesta mucho entenderlos aún.




Traditional English Breakfast

La cocina inglesa


Inglaterra está llena de restaurantes indios e italianos. También se ve algún mexicano, francés o español. Con esto lo digo todo. El ingrediente principal aquí son las patatas. Es muy difícil pasar una semana sin haber comido patatas. Principalmente, las hacen fritas, pero cogen mucho aceite. También las preparan cocidas, al horno, en puré... A veces pedimos unas croquetas o un pastel de carne ¡y la masa está hecha de patata machacada!

Los ingleses hacen tres o cuatro comidas al día. Comen hacia las 11-12 y cenan hacia las 18. Luego pueden tomarse algo antes de ir a la cama. El típico desayuno inglés lleva tostadas, huevos, salchichas, beicon, setas y ¡alubias! Las alubias pintas como acompañamiento son casi tan frecuentes como las patatas fritas.

Muchos platos están rebozados o metidos en una especie de tarta o pastel de hojaldre. Así que son de todo menos ligeritos. No entendemos cómo en un país totalmente rodeado por mar es tan difícil encontrar un pescado al horno o a la plancha. Lo habitual es que lo rebocen, con bien de pan. Ahora, no esperéis encontrar pan para acompañar las comidas...


Una visita a Londres


Londres es uno de esos sitios donde se supone que hay que ir alguna vez. Así que, teniéndolo a una hora en tren, ya no hay excusa para no acercarse. Es la ciudad más grande y más cara de Europa. En cuanto compréis un billete de metro, lo comprobaréis.

El pepinillo al fondo.

Aprovechando un fin de semana que vino Lorena, comenzamos el día desde la estación de tren de Liverpool Street. Caminando nos dirigimos hacia la Torre de Londres. Pero según nos acercábamos iba apareciendo gente hasta tal punto que las aceras se atascaron. Resulta que, en el foso perimetral de la Torre, han plantado miles de amapolas de cerámica, como conmemoración a los caídos en la I Guerra Mundial, y todo Londres lo estaba visitando. Así que en cuanto pudimos salir del atasco, nos dirigimos al famoso Puente de la Torre. Seguimos río arriba para cruzar por el siguiente puente y acercarnos a la catedral de St. Paul.

El puente de la Torre de Londres.

Desde luego, no parece tener nada que envidiar a la catedral de Burgos (más bien al contrario, jejeje), pero decidimos entrar... ¡hasta que vimos que piden 16 libras por la visita! Pues nada, a otra cosa.

Seguimos caminando por Fleet Street, junto al Palacio de Justicia, hasta Trafalgar Square. Allí está la estatua del almirante Nelson, y un montón de gente manifestándose por diversas razones.

Desde allí, pasando por delante de los típicos guardias a caballo vestidos de rojo y por delante de Downing Street, llegamos al palacio de Westminster y su Big Ben.

Palacio de Westminster.

¿Hace falta que ponga lo que es?


Ya puestos a caminar, seguimos por St. James's Park hasta el palacio de Buckingham, donde había otros señores típicos con gorro peludo paseando alrededor. Y de ahí volvimos hacia Piccadilly, pasando por delante de escaparates sin precios. Como me dijo días después un inglés en la fábrica: si necesitas preguntar el precio, es que no puedes pagarlo.

Así que nos fuimos al Primark.

London Eye (¿El ojete de Londres? Jejejeje)

El domingo decidimos emplearlo en museos, que aquí son gratis. Así que visitamos el Museo Británico por encima, que es mucho para verlo completo. Nos acercamos al mercado de Covent Garden y por la tarde fuimos al Museo de Guerra Imperial. La parte dedicada a la I Guerra Mundial está bien, pero el resto se queda escaso e inconexo.

No sé decir si Londres me gustó, porque no soy un tío muy urbano. Es uno de esos sitios que hemos visto tanto en la tele, películas, internet, que cuando lo ves en realidad simplemente piensas que tal cosa te la esperabas más grande o más pequeña. De lo que no hay duda es de que en Londres hay mucho dinero. En un solo día vi tantos deportivos como los que he tardado toda la vida en ver. Ahora bien, después de pagar 6 € por un viaje de metro, te esperas algo mejor que lo que aparece ahí abajo, todo cutre, sucio y viejo.

Un McLaren.