domingo, 25 de mayo de 2014

Cueva del Gándara

o... las más bellas formaciones que he visto nunca.


Quería aprovechar mi último fin de semana largo de Mayo yendo de barrancos, pero el cielo se empeñó en no dejarnos, trayéndonos una borrasca del Norte, con aire frío y nieve a 1.500 m. Así que no nos quedaba mucha opción al aire libre; muchos compañeros del club se iban de ruta a Las Calderas, pero no había plazas, y ya la conocemos sobradamente.
El fin de semana anterior habíamos repetido la travesía Coterón - Reñada y, ya que tuve que pedir permiso, incluí los sistemas del Gándara y el Mortillano y un fin de semana más, por si acaso (Ande o no ande, ¡burro grande!). Así que, visto el panorama, irnos a unos de estos dos cuevones parecía una buena idea.
Para no complicarnos mucho, elegimos el Gándara, donde además solamente había estado una vez, y únicamente 3 horas. Nuestra idea era llegar a la "Sala del Ángel" (sí, ya sé que no es un objetivo muy original...), pero no me dediqué a buscar demasiada información sobre la cavidad, como otras veces, para poder dejarnos llevar... Aunque Pedrete sí lo hizo y se trajo una topo.

Solamente 4 de los 14 del permiso nos animamos a ir esta vez. Antes de las 9 estábamos en la A-1 hacia Burgos. Dejamos el sol de Castilla y nos metimos bajo las nubes cántabras, que nos permitieron hacer la aproximación en seco.
El acceso a la cueva es muy fácil y cómodo, incluso un hito en la carretera nos indica el inicio de la senda de subida. La boca artificial que usa todo el mundo para entrar es una desobstrucción de un tapón de bloques localizado en su día desde el interior de la cavidad. Están sujetos con espuma de poliuretano que, la verdad, no queda demasiado mimetizada con los bloques.

Boca artificial de entrada.
Una vez dentro, lo primero que encontramos fue un cartel de la Federación Cántabra de Espéleo. Explica que han balizado algunas zonas para delimitar una senda de paso y así no pisotear el resto de la galería. Es una buena idea, aunque llegue ya tarde para algunos gours y coladas. No cuesta nada respetarla, la verdad.


Descendemos la rampa de entrada y encontramos enseguida el pasamanos que ayuda a esquivar el "Pozo del Oso". Esta vez había una misteriosa cuerda negra (¿de las totalmente estáticas?) instalada para descenderlo, pero lo dejamos para otra ocasión. Enseguida aparecen gours, coladas y formaciones en estas galerías gigantes, donde siempre giramos hacia la izquierda, para llegar a la "Sala del Fisco". Se oye un aporte de agua que cae del techo, en un lateral de la misma, y se introduce nuevamente por un agujero del suelo. Es precioso, todo rodeado de formaciones.
Nuestro camino sigue por "El Delator", galería desarrollada a favor de dos familias de fracturas, como queda de manifiesto en sus zig-zags. En general es de techo plano y bajo, donde lo normal es caminar agachado, debiendo arrastrarnos en un par de puntos. Nos quejamos, pero de vicio, porque en peores plazas hemos toreado.

El Delator.
"El Delator" nos conduce a la galería llamada "Fractura Meandrizada", cerca de la unión con el conducto proveniente de la Torca la Sima (Realmente, no sabemos cuál es el punto de unión, pero por ahí anda). En nuestro camino aparece un pozo con algún spit, pero lo esquivamos por una estrechez descendente, en un lateral. Otro par de puntos donde agacharse y aparecemos de nuevo en la "Fractura Meandrizada", de grandes dimensiones ahora. Una corta rampa nos deja en la cabecera del P32. Pensábamos que estaría instalado en fijo, pero nos encontramos una serie de químicos a modo de pasamanos para quien mida más de dos metros y medio, sin cuerda. Algo tendrá que ver lo del gran bloque inestable que tiraron hace años los cántabros... Aún así, hay anclajes de sobra para instalar la vía, ya que afortunadamente llevábamos cuerda. Con 50 metros sobra.
Una vez en la base, otro tramo de "Fractura Meandrizada", con varios resaltes equipados, y ya empezamos a escuchar la cascada de la "Sala del Ángel". Nuestros pobres frontales no pueden con la neblina que lo invade todo, pero el foco de Matapinos sí, y nos permite ver la cascada entera.

Cascada de la Sala del Ángel.
Objetivo cumplido: estamos en la "Sala del Ángel". Pero como queda tiempo, vamos a atravesarla y a entrar en alguna galería del otro extremo. Al acercarnos detrás de la cascada, no podemos creer lo que ven nuestros ojos: las formaciones más extrañas, bellas y frágiles que hemos contemplado nunca. Da miedo acercarse a ellas, no sea que se rompan con un soplido.




Habríamos pasado allí el resto del día, pero el hambre ya apretaba. Continuamos unos metros por la "Gran Galería de Cruzille" hasta encontrar un buen sitio donde sentarnos a comer.
A partir de ahí, el reloj y la sensatez pudieron con las ganas de seguir "explorando" y nos dimos la vuelta, regresando por el camino hiper-balizado con hitos y reflectantes.

Más que en ningún otro lugar, en el Gándara he experimentado una sana envidia por lo que tuvieron que sentir los descubridores de esta inmensa red. Habrá que volver...




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