domingo, 5 de junio de 2016

De barrancos en Cuenca

Se acaba la primavera. Hay que aprovechar para buscar algo que aún lleve agua, antes de que el verano lo seque todo. ¿Guara? Muy vista ya. ¿Pirineo? Muy pronto aún, tarde para un Consusa integral. Pedrete me dice que ha hablado con Javi y que se van a Cuenca. Perfecto. No conozco nada por allí y él sí. Será un guía aceptable y le recortaré algunas muescas, jejejeje...

Nos alojamos en un camping prácticamente desierto, en Cañamares. Es lo que tiene la temporada baja. Alquilamos una casa con ruedas que han traído de otro camping de levante, la única que tienen de momento.

Salimos el sábado prontito de Aranda y recogemos a Javi en Guadalajara. También se vienen con nosotros dos colegas de Pedrete, desde Madrid, aunque sólo para el sábado. Nuestro primer destino: el tan famoso Poyatos, que Javi ha hecho tantas veces, en tantas condiciones distintas.


Cañón de Poyatos y Vertiente de la Quebrada


Aproximación a Poyatos + Quebrada. Imagen de Iberpix.

Como tenemos dos coches, dejamos uno en la salida del barranco y subimos el otro al inicio. Merece la pena la combinación de coches. En todo momento nos guía Javi, que se conoce el terreno como la palma de su mano. "Javi, está nublado y nos habías prometido que haría bueno...".

Inicio de Poyatos. Equipo al completo.

Ya a pie, alcanzamos el cauce en pocos minutos, a la altura de un puentecillo. "Javi, hemos venido de barrancos y aquí no hay agua...". Lo cierto es que el agua aparece poco después de los primeros resaltes. "Javi, el agua está fría..."

Pronto aparece una zona estrecha y el suelo se abre ante nosotros, con una poza profunda de agua transparente al fondo. Un pasamanos por la derecha instalado en fijo conduce a lo evidente... ¡Poyatos hace buena pinta!

Ya con agua constante, un pequeño resalte nos introduce en una sala acogedora. ¿Quién iba a pensar que en Cuenca habría rincones así? Más obstáculos, como un rápel en toba, y llegamos a una senda que cruza el barranco. "Javi, tenemos hambre". Así que paramos a comer antes del rápel más largo del descenso.

Rápel de entrada a la sala.


La sala.

La segunda parte del barranco es más abierta. También más caudalosa, pues nuestro cauce va recibiendo aportes laterales. Los obstáculos se separan por tramos de caminar simplemente, que no llegan a hacerse pesados en ningún momento.


No es tan difícil proteger las cuerdas en un barranco.

Aprovechamos una subexcavación del cauce para mojarnos un poco y hacernos unas fotos luchando con las aguas vivas de un resalte de 50 cm. Poco después, en una curva a izquierdas, un afluente viene por la derecha. Es la Vertiente de la Quebrada. Javi nos pregunta si queremos remontar y descenderlo. "¡Evidentemente, una muesca más!"


Luchando con las aguas vivas. Foto de Javi.

Tras dejar la chaqueta del neopreno bajo un arbusto, remontamos una senda que retrocede por la derecha orográfica de Poyatos. Al poco, tomamos otra que se encamina hacia la Quebrada. Cruzamos el cauce y seguimos subiendo. Poco antes de un mirador, sale otra senda a nuestra derecha que nos conduce hacia el inicio del barranco.


Primeros rápeles en la Quebrada. Foto de Javi.

La Vertiente de la Quebrada no entrará en mi lista de 10 mejores descensos, pero merece la pena conocerlo a la vez que bajamos Poyatos. Tiene varios rápeles de hasta 15 metros y poco más.


Nuestro guía en las rampas de la Quebrada. Ese es Javi, la cámara es de Javi, pero la foto no la hizo Javi.

Recuperamos el material "aparcado" en la confluencia y seguimos el descenso. Poco después aparecen un par de saltos no obligados, que repetimos.

Un poco más de marcha y llegamos al estrechamiento final del Poyatos, que resulta curioso. La entrada se hace rapelando sobre una pequeña presa de paramento escalonado. Unos minutitos y estamos en el coche.

Rapelando en la presa final de Poyatos. Lo de meterse en el chorro es para que parezca algo serio. Foto de Javi.

Es tarde para hacer otro barranco y pronto para ir a cenar, así que Javi nos enseña el nacimiento del río Cuervo. Muy chulo.





Barranco de la Hoz Somera


El domingo nos dirigimos hasta el pueblo de Santa Cristina. No existe carretera asfaltada para llegar hasta allí. Desde Cañamares hacia Cañizares, un par de km después del túnel, sale a mano izquierda y hacia atrás una pista que nos lleva hasta Santa Cristina ¡en casi 15 km! La pista se encuentra en un estado entre muy bueno y lamentable, peor cuanto más cerca de nuestro destino. Un turismo normal no tiene problemas, con algo de precaución.


Aproximación a Hoz Somera con un solo vehículo. Imagen de Iberpix.

Dejamos el coche junto al lavadero, en un ensanchamiento de la calle principal y, ya a pie, terminamos de cruzar el pueblo y seguimos por el camino principal que sube entre bosque hacia el NE. Unos 2,5 km después, tomamos otra pista descendente a la derecha. En cuanto podamos, bajaremos al cauce. Y en cuanto consideremos, nos disfrazaremos y ¡a la faena!


Aquí nos ponemos el neopreno. Foto de Javi.

Si Poyatos nos sorprendió gratamente, quizás la Hoz Somera lo hizo aún más. Es un descenso variado y continuado, con rincones chulos, saltos, toboganes, caos de bloques... Normal que viésemos varias furgonetas de empresas.


Uno de los rapelillos de la Hoz. Foto de Javi.

El descenso termina antes de lo deseado, y desembocamos en el río Guadiela. Para el regreso, hay una senda (por llamarla de alguna forma) por la orilla derecha, pero a ratos nos parecerá más interesante nadar por el río.

Casi 1 km después veremos unas escaleras en un pequeño escarpe rocoso. Podremos aprovechar para hacer unos saltitos en esta zona en que el río tiene más profundidad. A partir de aquí la senda se hace más evidente. ¡Ojo con las garrapatas!


Pedrete saltando al Guadiela.

La senda sube hasta el pueblo de Santa Cristina, y aparecemos precisamente en el lavadero. ¡Este Javi se las sabe todas!





Barranco de la Hocecilla I


Al llegar a Santa Cristina, al otro lado del río habíamos visto un pequeño encajamiento con una vistosa cascadilla. Javi nos dice que es Hocecilla I, y es precisamente el descenso elegido para cerrar el fin de semana.


Un auténtico siento en Santa Cristina. Foto de Javi.

Sin mover el coche tras hacer la Hoz Somera, salimos del pueblo en dirección opuesta, hacia el SSO. No se ve claramente, pero se adivina, el emplazamiento del barranco. Cuanto más nos acerquemos, más escarpado será el descenso, por lo que sin llegar al final del lomo, decidimos descender al cauce. La cosa se complica, por la vegetación, así que la mejor opción que contemplamos es cruzar a la tierra de cultivo en la margen derecha. Visto en foto aérea a posteriori, quizás habría sido más interesante acceder a ella por el camino que sale del otro extremo del pueblo. Caminando por el borde del sembrado encontramos un punto donde descender al cauce sin dificultad, antes de que se encaje demasiado.


Nuestra aproximación a Hocecilla I. Imagen de Iberpix.

El barranco se anuncia corto. Comienza encajándose sólo unos pocos metros con el terreno circundante. La vegetación y algunas pozas lo hacen interesante, aunque no presente de momento rápeles ni tan siquiera resaltes.

Ya cerca del final llega lo interesante. El barranco se encaja de verdad y se oscurece. Aparece ya algún resalte. En una especie de sala interior, el agua se escapa fuera de ella por un agujero, con ramas y troncos atascados. Javi dice "Yo he rapelado por ahí, pero cuando lo he hecho no caía agua..." Retrocedemos unos metros. Pasamos por encima de una bicicleta convertida en piedra y nos asomamos sobre un hombro de roca. 10 metros más abajo aparece una poza profunda, de aguas limpias. No hace falta que nos hagamos la pregunta. Buscamos una instalación de rápel mecánicamente, aunque estamos convencidos de que no la vamos a utilizar. Me acerco al punto de mejor apoyo y pienso en que me estoy oxidando. Hace pocos años no habría dudado tanto... Cámara encendida, posición estudiada para salvar un saliente de roca a la derecha, a la altura de la cadera... Allá voy. Las rocas pasan cerca. No toco ninguna, ni siquiera en el fondo de la poza. ¡Yuju! Pulgares arriba. Ahora a desear que a mis compañeros les vaya tan bien. Así es. Puede haber sido el salto más delicado que hemos hecho hasta ahora. Vaya subidón. Una trepadilla, otro salto al Guadiela y se acabó. ¡Vaya forma de terminar este fin de semana!



Hacemos un poco el tonto en el río con una sonrisa que nos da la vuelta a la cara y volvemos caminando tranquilamente hasta el pueblo por el camino.


Final de la Hocecilla I.

Ya sólo quedan los 15 km de camino bueno-lamentable hasta la carretera y otros casi 300 hasta casa...


¿Quién iba a decir que en Cuenca se esconden cosas tan interesantes? ¡Y encima me vuelvo con 4 nuevas muescas! Mola esto de ir con Javi haciendo de guía.




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