sábado, 9 de febrero de 2013

El GER y yo


Un poco de mi historia y experiencia


Antes de 1994


El Grupo Espeleológico Ribereño nació en 1970 (bastante antes que yo, claro), aunque no se registró como asociación hasta 1972. Al principio, la actividad consistía básicamente en un puñado de amigos que se introducían en las cuevas de la zona con los pocos medios de que disponían. Poco a poco, fueron tomando contacto con otros clubes, haciendo cursos, y asistiendo a campamentos. Se inició el contacto con la Diputación de Burgos y su Servicio de Investigaciones Espeleológicas, que darían como fruto trabajos de exploración y topografía en zonas como Carazo, Basconcillos del Tozo o Clunia. Asimismo, se topografiaron bodegas del subsuelo arandino y se comenzó con la organización de las Semana de Espeleología y el Concurso de Fotografía Espeleológica, que servirían para dar a conocer el club, no sólo en Aranda, sino a nivel incluso internacional. Varios miembros del club se formaron como monitores regionales y nacionales, llegando a dirigir el espeleosocorro castellano.

En cuanto a mí, de la mano de mis padres, miembros del club, y mi tío, topógrafo por excelencia en el GER, realicé varias visitas a la cercana Cueva de la Galiana, en Ucero, a principios de los 90. Yo era un niño, pero ya le cogí el gusto a esto de las cuevas. Además, pronto me regalaron mi primer casco con carburero, lo que me animaría todavía más a querer participar en eso de la espeleología.

Por aquel entonces, ya apareció un misterio que hoy en día sigue sin ser resuelto: odio mancharme, pero me encantan las cuevas. Yo era un niño un tanto “pijo” al que, al revés que los demás, no le gustaba nada chapotear en el barro y ponerse perdido. Estaba muy a gusto con mis manos limpias y mi ropa seca y sin manchas. Y el caso es que hoy sigue siendo igual: hago todo lo posible por no mancharme en las cuevas, soy capaz de salir de una con un poquito de barro en codos, rodillas y botas, mientras mis compañeros parecen salidos de la fiesta del chocolate.
Al salir de la Sima del Sondeo. Por supuesto, ¡la odio!


Mi cursillo de iniciación


En primavera de 1994, a la “temprana” edad de 12 años, me animaron a inscribirme en el Curso de Iniciación a la Espeleología que organizaba el GER todos los años. En aquella época, los cursos duraban casi un mes, y se empleaban 4 fines de semana. Todavía recuerdo el mío. El primer fin de semana visitamos la Cueva de San Cristóbal; como nos gustó y queríamos más, los cursillistas hicimos que nos llevasen a otra cueva, y eligieron la Sima de los Candelones. El segundo fin de semana fue empleado en aprender técnicas de progresión por cuerda en las paredes de Doña Santos. Fue la primera vez que me puse un arnés y me colgué de una cuerda. Los dos últimos fines de semana tocaron simas: CJ-3 y el Carlista de Ucero.

Estaba claro: aquello me gustaba. Así que permanecí apuntado al GER, y deseando que me llevasen de cuevas; pero no todo el mundo quería cargar con el Peque, un chaval de 12 años, en sus salidas. Aún así, visité cuevas como la SC-4 o la travesía Perlas-Valporquero.


Curso de formación


Todos los otoños, la Federación Castellana organizaba los cursos de formación y perfeccionamiento. Yo quería más, y pedí realizarlos. A pesar de que solían exigir un año de práctica espeleológica, me permitieron acudir. Eran épocas en que los cursos eran itinerantes, y cada fin de semana estábamos en un lugar de Castilla. Pasamos un fin de semana en Mave (Palencia) haciendo prácticas en pared, incluyendo mi primer contacto con los autosocorros (no me enteré de gran cosa, porque no podía levantar a mis compañeros). Las prácticas de topografía tuvieron lugar en Segovia, en una pequeña cueva llena de arena y arañas, a altas horas de la madrugada. Y las de instalación en cavidad, en una sima de verdad (por lo menos, el frío sí era real), como la S-1 del Espigüete. Dormíamos siempre en locales que cedían los ayuntamientos o en tiendas de campaña. En ese curso pude conocer a compañeros de otros clubes (UEVA, el desaparecido Horizonte Cultural segiviano, Espeleoduero, Niphargus…).


Adolescencia y curso de perfeccionamiento


Paredes de Doña Santos.
Pero fui creciendo y, aunque nunca dejé de lado las cuevas, el año que pasé en Francia y la edad esa en la que salen granos en la cara me tuvieron más preocupado con otras cosas. A pesar de ello, poco a poco fui completando mi equipo (equipo de progresión, arnés, monos interior y exterior…). Salía con cierta regularidad a realizar prácticas en las paredes de Doña Santos, aunque no visitara cuevas muy llamativas.

Pero a partir de 1998 fui retomando la actividad. Así, además de asistir a mi primer encuentro espeleológico, organizado por la UEVA (qué bien lo pasamos…), realicé mi primera topografía en cavidad, fruto de una desobstrucción en la Sima de los Candelones. A ésta le siguieron otras, como los alrededores del Pozo Amable de la Torca de los Morteros, o algún sector de la Surgencia del Río Trifón. También participé en alguna exploración en la Sima de las Chovas, donde alcancé mi máxima profundidad, con -373 m (no cuento las travesías, que de ésas no hay que subir).

Cuando encontrábamos un rato libre, les pedía el coche a mis padres y nos acercábamos al cañón del Río Lobos a visitar alguna de las simas más conocidas. Muchas veces repetíamos, pero venía muy bien para practicar, no sólo progresión e instalación, sino preparación de material, logística y esas cosas.

En 2001, convencido de mi evolución, me inscribí en el curso de perfeccionamiento de la Federación Castellana, con el que finalicé mi formación de base y fui afianzando conceptos. Por aquel entonces, los cursos ya se celebraban por completo en la estación-albergue de los Merindades, en Santelices. Como salida final de curso para practicar instalación en cavidad, tuvimos el privilegio de “desvirgar” un nuevo pozo en la Torca de los Morteros.

Paralelamente, durante estos años colaboré ocasionalmente con el Club Juvenil de Caja de Burgos como guía en sus salidas de espeleología.


Los barrancos


Lalarri
En el verano de 2001 me tomé una semana de vacaciones con unos compañeros del club en la que descendimos varios barrancos sencillos del Pirineo (Yesa, Gloces, Furco). Fue mi primera toma de contacto y, a pesar de resultar ser una semana durilla por una infección en boca y garganta, me enamoré de esta nueva actividad.

Realmente, mi primer barranco había sido el Viu de Llevata en Septiembre de 2000, gracias a un premio en un concurso de estudiantes preuniversitarios. Otro de los premios del concurso fue el Manual Técnico de Descenso de Barrancos, que a lo largo de todos estos años me ha servido de guía para aprender y practicar técnicas y maniobras.

Así, en sucesivos veranos, gracias a la información que encontraba en internet, fui descendiendo nuevos barrancos, al principio fáciles, como Formiga, Viandico, Mascún… Con el paso de los años me fui atreviendo con los, a priori más complejos o comprometidos, y a día de hoy ya reúno 77 descensos diferentes, desde La Yecla, Las Calderas o las cascadas del Duratón a joyas como Lalarri, Consusas, Cebollar, Neste de Saux, o paraísos de saltos y toboganes, como L’Artigue, Bitet o Llech. Cada vez me gustan más los caudales altos, y los rápeles largos y encadenados, pero todavía me quedan muchos por descender. Admito que los barrancos han escalado hasta mi segunda actividad preferida, por delante de la espéleo, y sólo superada por el esquí.

Curso de Iniciador


Dedicando el invierno a esquiar y el verano a los barrancos, la espéleo quedaba para primavera, otoño, y los fines de semana en que me fallasen las otras dos. Pero aún así seguía aprendiendo y practicando; en 2004 me inscribí para realizar el curso de Iniciador Deportivo en Espeleología con Ernesto, otro compañero del club. El primer trámite fue acudir a Cantabria un fin de semana de Febrero, en que justamente hubo temporal de nieve y casi no conseguimos llegar, para realizar las pruebas de acceso. No nos supusieron mayor problema, a pesar de que íbamos con un cierto temor por ser la primera vez que participábamos en un curso de la Federación Española.

Ya en verano, permanecimos 2 semanas en Ramales, recibiendo formación teórica y práctica. El ambiente era muy distinto al compañerismo que había en la Federación Castellana entre alumnos e instructores; en la Española había una especie de barrera entre ambos colectivos. A pesar de ello, fue un curso útil (aunque a veces, más que un curso parecía una sucesión de exámenes). Me alegré de saber que Ernesto y yo teníamos muy buena técnica de instalación y progresión, aunque otras materias como la didáctica o la fisiología no fuesen nuestro fuerte.
Así, en 2004 me convertí en Iniciador.


Mi época reciente


A raíz de la obtención del título, desde 2004 he participado como colaborador en los cursos de base de la Federación Castellana que se realizan todos los otoños. Allí he podido seguir en contacto con otros clubes de la región.

2004 también supuso para mí un serio cambio espeleológico: abandoné mi carburero y me compré un casco con iluminación de leds. Adiós al carburo, al engorro del carburero (y a su calorcito, eso sí), a los apagones continuos y a la escasez de luz.

Galería de los Minusválidos en Fría-Lobo.
No sé si por relatos de los compañeros, por internet o por qué, me entró la fiebre por las travesías espeleológicas. Ya conocía Valporquero, que era para mí un clásico de todos los años, pero le fui añadiendo Fría-Lobo, Tibia-Fresca, Tonio-Cañuela, Crucero-Calaca, Caballos-Valle, Coterón-Reñada y, la última y una de las mejores, Rubicera-Mortero. Incluso organicé una travesía simultánea en dos sentidos entre la Torca de los Morteros y la Cueva de Imunía, actividad nada frecuente, visto el estado en que estaban los spit.

Con travesías y otras visitas a cavidades, contabilizo a día de hoy 56 cuevas y sistemas diferentes (66 si contamos las diversas bocas de acceso), y sin tener en cuenta las visitas turísticas. También me queda mucho por hacer.

En el ámbito de la exploración, en el GER hace años que no tenemos zona de exploración, pero se sigue haciendo alguna cosilla esporádica. Además de Chovas, hace poco colaboré con la exploración y topografía de la embarrada y poco respirable Sima del Sondeo, además de alguna cosilla que se podrá contar a su debido tiempo.

Y en el aspecto formativo, en otoño de 2011, la Federación Castellana organizó un curso de Monitor Deportivo en Espeleología. Fue todo un éxito, pues nos reunimos una decena de Iniciadores castellanos. Se celebró en el CPRATL de Palencia (el súper-rocódromo de la entrada), y pude actualizar conocimientos y aprender mucho más de lo que sabía sobre espeleosocorro. Así, ahora tengo el título de Técnico Deportivo de Nivel II en Espeleología, al haberlo convalidado con el de Monitor.


El GER hoy


Hoy en día somos unos 90 socios en el club. Sin embargo, la actividad principal es la montaña o senderismo. Todos los meses se preparan una o dos salidas de día o de fin de semana, a diversos parajes de nuestro alrededor, desde las lagunas de Neila o Somosierra a los Picos de Europa o la Sierra de Gredos.

En barrancos, por ser el socio más activo, soy también el principal organizador de salidas, y me atrevería a decir que en espéleo también. Seguimos sin zona de exploración, pero parece que hay gente nueva decidida a cambiar esto.

Todos los años se organiza un Curso de Descubrimiento de la Espeleología, con 3 charlas y una visita a cueva (ya no es el curso largo de 4 fines de semana de hace años). Así, el que siga interesado podrá seguir recibiendo formación y utilizando material personal del club durante el primer año. También se sigue con la organización de las Jornadas de Espeleología, todos los otoños, y uno de los más importantes (si no es el que más) Concurso Internacional de Fotografía Espeleológica.

Se nos puede encontrar los jueves por la noche en C/Santiago, 4, 1º izqda. (Aranda, claro), donde, con suerte, habrá cervezas en el frigorífico y una animada charla sobre cualquier asunto de actualidad. 

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