Este año no podíamos irnos de viaje de barrancos a finales de verano.
Teniendo que hacerlo en junio, era la ocasión ideal para recorrer los Alpes
Marítimos, ya que en pleno verano el agua escasea por allí. Solamente
pudimos juntarnos tres esta vez: Ángel, Esteban y un servidor. Así que, con
un solo vehículo, tocaba ingeniárselas en alguna de las
aproximaciones.
Teníamos una idea bastante clara del viaje, con barrancos obligatorios como
Maglia, Raton o Riolan, y dos posibles grandes descensos: Male Vesse o
Bendola. Así que teníamos dos grandes condicionantes de partida:
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Evitar Maglia y Riolan en fin de semana, por estar probablemente
masificados. No queríamos dejarnos 6-7 horas en algo que se puede hacer en
3.
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Sólo podríamos hacer uno de los grandes, para no hipotecar el resto de la
semana por tiempos o cansancio acumulado.
Además de consultar descente-canyon, yo tenía en casa el libro
100 beaux canyons méditerranéens (Fiorina & Jourdan). No tiene el
nivel de detalle de ElDorado Ticino, ya que no describe en absoluto
los descensos. Al menos sí las aproximaciones y tiene topos. También da una
valoración subjetiva a los descensos, de 1 a 4 estrellas.
Para decidir cuál de los grandes, me puse en contacto con el refugio de
l'Estrop, donde se suele hacer noche para acceder a Male Vesse. Me
confirmaron que aún quedaba mucha nieve, y veían imposible poder entrar
hacia el 20 de junio. Así que nos quedamos con la Bendola.
Con esto, el plan quedó esbozado así:
- Sábado 15: algo sencillo.
- Domingo 16: Bendola
- Martes 17: Maglia
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Miércoles 18: Bagnolar, Imberguet
- Jueves 19: Aiglun, Riolan
- Viernes 20: Raton
- Sábado 21: Amen
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Barrancos sobre mapa de Google: 1: Bès-Courmes. 2: Bendola. 3:
Maglia+Morghé. 4: Imberguet. 5: Bagnolar. 6: Riolan. 7: Aiglun. 8:
Raton. 9: Amen.
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Para ello, cogimos una casa durante tres noches en Saorge, otra noche en La
Bollène-Vésubie y otras tres noches en Entrevaux.
Sábado 15: Bès-Courmes + Loup
Este año toca la furgo de Ángel. Tras salir de trabajar, nos recoge en casa
de Esteban, después de cenarnos unas hamburguesas. Con un viaje notablemente
más corto que el anterior, no hay mucha prisa: esta vez "sólo" nos esperan
1300 km. La ruta es bastante clara: o bien por Irún y Toulouse, o por la C25
en Cataluña. Mientras el gasoil esté notablemente más barato en España, y no
teniendo que pagar ningún peaje hasta La Junquera, preferimos hacer unos
pocos kilómetros más.
Para empezar con los barrancos, elegimos el Courmes y su cascada final de
60 metros, cerca de Niza. No esperamos mucha agua, y se puede continuar por
el Loup, que es un río con pequeños resaltes.
La cascada grande cae justo al lado de la carretera, y justo vemos un grupo
de empresa rapelando por un lateral, desde un mirador frente a ella. Como de
costumbre, subimos el coche a cabecera y ya nos preocuparemos después de
volver a buscarlo. Es obligatorio aparcar en la entrada del pueblo. Desde
aquí, lo cruzamos a pie y descendemos una empinada carretera, que nos deja a
1 minuto del inicio del descenso. 10-15 minutos andando en total.
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Ambos barrancos, con los caminos de aproximación y retorno.
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El descenso empieza inmediatamente. Nos encontramos un caudal bajito pero
suficiente. Los rápeles se suceden con bastante continuidad, entre
bosque.
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Entrada inmediata en materia.
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A pesar de que no nos damos prisa, enseguida alcanzamos la cascada de 60
metros. Optamos por alcanzar la reunión izquierda. Desde ella, un primer
canalón sobre toba nos deja en un tramo aéreo de 20-30 metros. El agua se
pulveriza sobre nosotros mientras nos descolgamos, con el clásico arcoiris.
¡Vaya pasada de rápel!
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Tramo central.
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En la base, alcanzamos un grupo de empresa que se dispone a pasar por el
puente bajo la carretera. Decidimos continuar por el Loup, ya que nos hemos
ventilado el Bès-Courmes en poco más de una hora. Un par de rapelillos
inclinados nos dejan en el río. Ahora ya sí hay más agua, aunque también
mucha anchura de cauce.
Adelantamos al grupo aprovechando que se entretienen jugando en un pequeño
tobogán. Vemos cómo alguno se da un pequeño paseo submarino antes de salir a
la superficie: cuando se concentra, el chorro empuja bastante.
La garganta continúa con bastante tramo de andar, intercalado por algún
pequeño salto no obligado. Varias parejas o familias están por las orillas
bañándose o disfrutando del día. Al cabo de un rato, vemos que por fin la
garganta se encaja en un pasillo de unos 150 metros. Sin embargo, el agua
ahí abajo está blanca; empuja muy mucho. De hecho, las empresas se salen
poco antes. No estamos muy convencidos de meternos en berenjenales, así que
decidimos salirnos también a la carretera por la izquierda.
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Como no hicimos fotos en el Loup, pongo una foto de naturaleza.
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Ahora toca subir a por el coche. Dejo a Esteban y Ángel cuidando las cosas y
remonto la carretera por el túnel hasta la gran cascada. Un poco más adelante,
justo antes del puente sobre el Loup, sube una senda sobre las protecciones
anti-desprendimientos. La senda sube zigzagueando, con algún tramo "protegido"
por cable e incluso en alguno toca ayudarse con las manos. No es
superevidente, pero se sigue sin problema. Cuando por fin alcanzo el inicio
del barranco, todavía me queda remontar otros 10 minutos hasta el coche.
De vuelta en la autopista, hacemos caso al GPS, que nos manda por Italia.
Dejamos la autopista en Ventimiglia y subimos por el valle del Roya,
entrando de nuevo en Francia, hasta Breil-sur-Roya. El siguiente pueblo es
Saorge, pero justo antes paramos en la carretera junto al final del río de
la Bendola para comprobar el caudal, ya que no teníamos ninguna referencia.
Lo que vemos nos tranquiliza: hay muy poca agua como para que más arriba
vayamos a tener ningún problema.
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Final del río de la Bendola.
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En Saorge no se puede meter el coche, ya que la mayoría de las calles no
llegan a los dos metros de anchura. Así que hacemos relevos hasta la casa,
en el centro. ¡Oh, sorpresa! La combinación que nos han dado para coger la
llave no funciona. Llamamos al teléfono de contacto, y nada. Preguntamos al
tendero de enfrente, y consiguen contactar con la madre del dueño. Habían
cambiado la clave y no se habían puesto de acuerdo entre ellos. En fin, una
valiosa hora de descanso perdida...
Domingo 16: Bendola integral
El día más serio de la semana empieza antes de las 5 de la mañana. Habíamos
contratado el taxi de Franck Panza para que nos recogiese en Saorge, en la
baliza 161, a las 05:30 y nos llevase hasta los antiguos barracones de Cima
Marta, justo en la divisoria entre Francia e Italia. Nos esperan 1500 m de
desnivel, 15 km de recorrido más retorno y unos 40 rápeles. Y no llevamos
material para el conocido vivac; confiamos en nuestra agilidad en verticales
para conseguir terminarlo en el día.
Un hombre de cierta edad nos espera junto a su Range Rover de los antiguos
(No me enteré si era el propio Franck, su padre o su abuelo). Nos lleva
cerca de hora y media recorrer los 35 km de aproximación. Son 180 €, pero no
había muchas más alternativas. ¡Y pensar que en el Ticino pagamos lo mismo
por hacerlo en helicóptero! En el viaje, nos habla de los rifirrafes durante
la guerra en este valle medio italiano medio francés, y también nos cuenta
que en 2020 hubo unas crecidas brutales que se llevaron la mayoría de los
puentes (las que afectaron a barrancos como la Maglia, que al parecer perdió
parte de su encanto).
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Bendola con aproximación, retorno y taxi sobre Mapy.cz.
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Nos bajamos del coche en cabecera. Una brisa más que fresca sopla desde
Italia. Comenzamos inmediatamente a descender por el valle, sin senda
marcada. El cauce lleva poquita agua. Por fin alcanzamos un pequeño
encajamiento, donde vemos una cabecera. ¿Por qué no empezar ya? Son las 8 de
la mañana. El rápel es destrepable, el agua está bastante fría. Tratamos de
hacerlo rápido más que bonito y seguimos caminando.
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Allá vamos...
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¿Dónde estará el primer rápel?
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Hay que andar un poco hasta encontrar el siguiente rápel, pero poco a poco,
los resaltes se van juntando. Resaltes, porque no siempre se rapela. Si no
encontramos reunión, es que se puede destrepar. A medida que avanzamos, el
agua va desapareciendo. Ya sin agua, encontramos un nevero que tapa el fondo
del valle. No hay problema, porque un precioso túnel de nieve nos permite el
paso. Un segundo nevero un poco después ya obliga a gatear o a esquivarlo
por los laterales. Además ha arrastrado ramas y tierra y ha dejado el
barranco hecho una porquería. Y encima, las pocas pozas que encontramos
empiezan a tener un colorcillo ya sospechoso. No huelen mucho, pero no
apetece meterse.
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El primer nevero.
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Nos tiramos unas cuatro horas rapelando, andando y destrepando. Creemos que
vamos a buen ritmo, pero no hay que olvidar que estamos en terreno
desconocido. Nos llama la atención el tamaño de los hierros en las
reuniones: los químicos son de doble agujero, cogidos entre sí con unas
cadenas de tamaño ancla de barco. ¡Ya son ganas cargar con todo ese hierro
por aquí, pero agradecidos, oye!
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Toma cadenote.
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Hacemos una parada para comer junto a un panel que indica punto de rescate
con helicóptero. No estamos seguros al 100% de en qué punto de la topo
estamos. Nos debatimos entre descansar un ratito o seguir sin perder tiempo.
Aún quedan unos dos tercios.
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De los pocos rápeles encadenados.
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Uno de los dos rápeles más largos del día.
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Poco a poco reaparece el agua, en torno a la surgencia indicada en la
reseña. Por aquí está uno de los rápeles más bonitos del descenso, con un
canal tipo tobogán que cae a una gran badina, sobre la que cuelgan unas
formaciones de toba. Estamos en la parte más interesante del descenso, ya
que el agua le da otro color al asunto.
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La badina con las tobas colgadas.
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El caudal aumenta poquito a poquito.
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Casi siete horas después de comenzar, llegamos al primer vivac. No es más
que una serie de cuerdas a modo de tendederos, restos de fogatas y un
recipiente para hervir agua que ha vivido demasiadas batallas. Seguimos, y
poco después vemos la famosa badina con forma de corazón desde lo alto de un
rápel de unos 10 metros. Unas cuerdas fijas bajan por la ladera derecha. Me
da curiosidad ver el vivac "bueno", así que subo a inspeccionar. Este sí
parece más acogedor, organizado en torno a un fogón central de piedras
apiladas. Incluso hay unas colchonetas y lonas en bolsas de plástico, además
de alguna cazuela. Pero nosotros vamos de paso, así que vuelvo al cauce
inmediatamente.
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Hay que trepar un poco para llegar al vivac.
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La reseña que tenemos termina aquí, así que me la juego a quitarme el
arnés. Desde la base del vivac, Ángel y Esteban optan por rapelar, mientras
yo opto por el salto.
Mi apuesta de quitarme el arnés se confirma: andar, destrepar, nadar en
algún punto... Nada que necesite el uso de cuerda. Y así, con un párrafo,
resumo cinco horas, hasta que hacia las 8 de la tarde llegamos al puente de
Castou. Solamente un tramo donde la garganta se estrecha y se vuelve más
acuática merece un poco la pena, aguas abajo de la pasarela que indica la
entrada del tramo "medio".
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Zona más encajada en el tramo "intermedio".
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Ya sólo nos queda una hora de pateo por una pista para llegar a Saorge,
donde entramos con la última luz del día.
Lo hemos conseguido. La Bendola en un día. Y creemos que hemos acertado con
la opción. Es una señora paliza, pero si después de pasar la noche nos
encontramos con un total de 0 rápeles, no sé qué nos habría parecido. En
global, ha sido más bien una decepción. Esperábamos algo más espectacular, y
pocos rápeles pasaban de "interesantes". Además, el tramo desde el vivac
resulta extremadamente pesado. Es más una aventura en la montaña que
descenso de barrancos estrictamente.
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Y el sapo consiguió soltarse.
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Lunes 17: Maglia + Morghé
Arrancamos sin prisa. Estamos bastante tocados de la Bendola, hasta el
punto de que Esteban dice que se toma un día de descanso. Así que le pedimos
que nos deje a Ángel y a mí en el aparcamiento del inicio de la Maglia,
quedemos en el inicio del Morghé para comer juntos, y luego nos recoja en La
Giandola, al final de la Maglia.
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Descensos, accesos, aproximaciones y aparcamientos de Maglia y
Morghé, sobre Mapy.cz.
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Descendemos la empinada senda hasta el cauce. Bajo el agua, la roca tiene
ese color clarito amarillento como en Guara, pero enseguida nos damos cuenta
de que no agarra igual que en Guara; ¡alguno se ha dedicado a
enjabonarla!
Tras un tramo de pateo, pronto entramos en faena. El caudal es alto,
esperábamos un descenso sobreequipado y nos encontramos con las
instalaciones necesarias, poquito más o menos. De hecho, con la fuerza del
agua y lo que resbalan algunos puntos, sorprende que algunos resaltes no
estén instalados.
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Primera gorga, sinuosa y de resaltes encadenados.
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Tramo más abierto, tanto o más resbaladizo.
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Confirmando los temores, nos encontramos con un descenso chulo aunque no
espectacular. Hay mucho bloque en las recepciones que nos quita la idea de
casi cualquier salto. Además, el agua tiene algo de turbidez. Alguno de los
rápeles nos pide un poco de malabarismo para no comernos el chorro de lleno,
lo que le da un poco de salsita al asunto.
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Ni plantearse el salto.
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Alcanzamos la desembocadura del Morghé y enseguida nos metemos en la famosa
cueva. Pequeños rayos de sol consiguen iluminar los chorros de agua que
gotean de las paredes. Cae agua por todos lados y en los recovecos de las
paredes hay formaciones como si fuese una cueva de verdad. Los comentarios
no exageran: es espectacular. Sin duda, uno de los rincones más bonitos que
he visto en mi vida en un barranco.
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La foto no consigue reflejar la realidad.
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Pero ahí no acaba todo, porque a continuación viene un rápel oscuro. Esta vez
sí estamos realmente en cueva. Y además el agua empuja, con un sonido
ensordecedor. ¡Esto es lo que nos mola, qué pasada!
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Inicio del rápel a un agujero oscuro y estruendoso.
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Salida del tramo oscuro.
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El cauce se abre y el descenso se convierte de repente en un río anodino
con bloques. Llegamos a la salida hacia Morghé. Esperamos una subida
infernal y no es más que una subida durilla. Pero salimos a la carretera
bastante más abajo de lo que creíamos. Esteban se había ido aún más abajo, y
tarda un rato en encontrarnos.
Mientras comemos junto al puente de inicio del Morghé, le convencemos de que nos acompañe. No puede perderse ese
tramo de la Maglia.
Morghé es un barranco mucho más vertical, con poca agua y rápeles
estéticos. Y un montón de renacuajos. Estábamos ya observando que en esta
zona abundaban; esto ya es por demás. No creo exagerar diciendo que en toda
la semana llegaríamos a ver un millón tranquilamente.
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Uno de los primeros rápeles.
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Algunos de los rápeles son muy estéticos.
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Tras el encadenamiento inicial, llegamos a un rápel inclinado que precede a
la cascada de 58 metros. Y va el ocho y se me cae justo ahí. ¡Qué manera de
rebotar! Se hizo la cascada de tres saltos. Cuando lo recogí no parecía tan
magullado, pero habrá que pensárselo antes de volver a colgarse de él.
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Recepción del R58, que se puede fraccionar.
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Los últimos rápeles son más tendidos, y nos dejan poquito antes de la cueva
de la Maglia.
En nuestro segundo paso, la luz del sol ya no entra hasta el agua, ya no
tenemos ese efecto tan mágico. Sigue siendo impresionante. Y el rápel
oscuro, es aún más oscuro y tenebroso. Menos mal que lo conocíamos ya,
porque esta vez sí era para hacerse caquita (Ojo: llevábamos frontales pero
no nos dio la gana sacarlos).
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Segundo paso por la cueva.
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Después de dejar atrás la escapatoria del Morghé, quedan unos pocos rápeles
más. Lástima de pozas llenas de bloques, porque este barranco tuvo que ser
todo un paraíso de saltos.
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Agua blanca, pero pocas veces cubre.
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Uno de los últimos resaltes en una presa en realidad.
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Finalmente el cauce se abre, hay un panel de rescate para el helicóptero y
consideramos que el descenso ha terminado. Buscamos la senda por detrás del
panel, no muy evidente al inicio, pero que conduce en pocos minutos al
camino que recorre la ladera izquierda. En este punto nos separamos: Ángel y
Esteban bajan hacia el pueblo con todos los trastos, y yo me subo con la
llave del coche y una botella de agua. Un cartel indica que el camino está
prohibido por desprendimientos. En efecto, en varios puntos la montaña ha
caído sobre él, pero el paso es factible con mucha precaución, tanto por no
caerse como por no tirar piedras que seguro llegarían al cauce.
Ese camino se bifurca en una senda que baja al cauce. Pero en este no se ve
la continuación al otro lado. Además hay hitos tanto río arriba como abajo.
Decido remontar un poco y no veo senda que suba. Más o menos enfrente de
donde he aparecido veo una poco marcada que sube por el bosque y decido
seguirla. Se va desdibujando poco a poco y la pierdo totalmente cuando ya
estoy bastante arriba, así que decido seguir subiendo, entre lapiaces y
matojos, hasta que por fin aparezco todo magullado en una finca privada. Me
veo obligado a saltar la valla para alcanzar el camino. He aparecido como
medio km más arriba de donde quería. En fin, mejor no contárselo a
nadie...
Maglia, con caudal alto, y Morghé, estético y vertical, hacen una
combinación perfecta, que nos deja buen sabor de boca.
Martes 18: Bagnolar
Toca cambiar de casa. Llevamos ganado un día al plan previsto. Para el
miércoles teníamos Imberguet y Bagnolar. Como seguimos con cansancio
acumulado de la Bendola, decidimos hacer sólo uno de ellos. Dudando entre
los dos, optamos por Bagnolar.
La ruta nos lleva por el famoso Col de Turini. Hace calor. Aparcamos en
Pélasque, incluso Google sabe cuál es el sitio de aparcar para el
Bagnolar.
Ya a pie, seguimos una acequia hasta que la senda nos obliga a dejarla para
bajar al cauce del Figaret. Seguimos la senda marcada, que ahora empieza un
buen ascenso en zigzag. Tras dar un respiro en unos prados, una última
subida nos deja en un collado desde el que quedan un par de minutos hasta el
cauce. En este collado dejamos las marcas amarillas.
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La aproximación es bastante evidente. La senda abandona la acequia al
cruzar el Balaï. Se puede seguir por ella para no bajar y subir.
Imagen de Mapy.cz.
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El descenso empieza con un manso y bucólico arroyito en bosque. Las paredes
se juntan pronto, aunque sin ofrecer rápeles ni resaltes importantes. Se
trata de andar, con algún pequeño destrepe. Bonito, sí, aunque un poco
anodino. Sin embargo, tras un recodo del valle, el suelo desaparece bajo un
bloque y se abre una oscura garganta de repente. Un bonito rápel nos mete en
lo que casi es una cueva, y dentro de ella, tobogán, salto e incluso alguna
formación calcárea. ¡Qué lástima que no haya apenas agua! ¡Y qué lástima que
ese encajamiento sea tan corto! El cauce vuelve a abrirse en un nuevo
remanso de paz.
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Comenzando el descenso.
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Paseo acuático por el bosque.
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La entrada a la primera gorga.
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Desde dentro del primer inframundo.
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Badinas llenas, cada vez con menos caudal.
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Seguimos caminando, el agua se ha perdido. De hecho, hay alguna marmita
casi trampa completamente seca. Dejamos dos escapatorias a la izquierda
antes de encontrar un nuevo rápel, que indica que entramos en el segundo
encajamiento. Esta vez no invita a meterse en el agua: está mucho más oscura
y tiene un cierto olorcillo poco apetecible. Pero no queda otra... En este
caso, quizás se podría haber hecho algún salto. Sin conocerlo, sin ver y con
ese olor, no es opción, salvo los evidentes.
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No queda otra que meterse en el agua quietecita.
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El tramo central de este segundo encajamiento no tiene nada que envidiarle
al primero, con rápeles y saltos en una nueva gorga oscura. Lástima que el
agua no corra nada. Está claro que es un descenso que hacer en
primavera.
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La segunda gorga con agua tiene que ser maravillosa.
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El cauce se abre ante una nueva badina tremendamente oscura. Parece que se
va a poner a hervir. Es la peor de todas, por aspecto y olor. Y a Ángel no
se le ocurre otra cosa que tirarse el primero en bomba para levantar todas
las hojas y demás materia que estaba en el fondo en descomposición. ¡Será
asqueroso, el tío!
Así que tras el último rápel, a enjuagarnos nosotros y los neoprenos en el
Figaret, que sí lleva agua fresca.
Basta con remontar unos metros este último para encontrar un cartel y una
pequeña senda que nos deja en el camino de aproximación.
La casa de esta noche está en La Bollène-Vésubie. Aunque sólo tiene una
cama doble y un sofá-cama también doble, tiene un gran jardín en el que
podemos poner a secar los equipos. Bueno, más que un jardín parece un campo
de maniobras de retroexcavadora. Hay que admitir que la dueña nos lo había
avisado. Como está algo alejada del centro del pueblo, hacemos pereza y no
damos una vuelta.
Miércoles 19: Raton
De nuevo a empaquetar todo para cambiar de alojamiento. La amenaza de
lluvia para la segunda mitad de la semana se va confirmando: esta noche
llega un primer frente, que promete dejarnos un jueves y viernes, al menos,
bastante húmedos. Ante la perspectiva de que se nos cierren posibilidades,
decidimos agotar el último día de buen tiempo para asegurarnos Raton, otro
de los platos fuertes de la semana.
Sobre el papel, Raton es un barranco exigente, relativamente largo y sin
apenas escapatorias. Son famosas sus crecidas súbitas en caso de tormentas.
Y para terminar de ponerlo fácil, hay que elegir entre combinación de coches
o una escabrosa subida de gran desnivel, a pleno sol y con moscas pesadas.
Como sólo tenemos un vehículo, la opción es clara; lo de siempre: dejamos la
furgo arriba y ya subirá uno solo a buscarla, con la llave y una botella de
agua.
De camino a Beuil, llamo a la oficina de turismo de Entrevaux, que es quien
gestiona nuestro próximo alojamiento (curioso que sea un ente público). Me
dan un código con el que abrir la puerta, porque prevemos llegar después de
su hora de cierre.
Desde Beuil, cogemos la pista que se adentra en el bosque, dejando a un
lado el telesilla Eguilles de la estación de esquí. Es una pista larga pero
en buen estado. Únicamente cuando ya llegamos al valle del Raton, poco antes
de la aldea abandonada de l'Illion, está algo más bacheada y erosionada.
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Ahí se ve el rodeo con el coche y la escabrosa subida a pie, sobre
imagen de Mapy.cz.
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Estamos preparándonos y aparece un paisano que va a hacer el descenso en
solitario. Le preguntamos si podría ayudarnos con la combinación de coches,
pero dice que no porque después de Raton se hará también el Challandre. Mala
suerte.
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Lo más característico del terreno es la roca roja. Parece que te lo
va a pringar todo de arcilla, pero es limpia.
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La aproximación a cabecera es clara sobre el papel; sobre el terreno, no
tanto. Al principio va todo bien, con muchos hitos que marcan la ruta, ya
que no hay una senda clara. Pero al acercarnos al cauce, perdemos el rastro,
ya que la línea de hitos zigzaguea demasiado y es fácil perderla. Encontrar
la bajada al cauce tampoco nos supone más de 15 minutos de retraso, la
verdad.
Ya disfrazados, empezamos con un cauce subexcavado unos pocos metros en el
fondo del valle. Poca cosa, pero lo suficiente para que una escapatoria no
resulte tan evidente; desde luego, no imposible. Eso sí, la roca está untada
con jabón. Lo húmedo resbala; las zonas bajo agua corriente, también.
¡Incluso lo seco también resbala de forma traicionera en ocasiones! Me
recuerda bastante al Mean Martin, que nos resultó tan peculiar. Y lo más
característico de todo es la roca roja, que hace tan famoso este
descenso.
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Rápeles pequeños, o muy pequeños.
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El caudal es normalito, ni flojo ni fuerte. Podemos bajar por el activo sin
que moleste o empuje en ningún punto. Aún así, nuestra progresión no es tan
rápida como de costumbre por lo resbaladizo. De vez en cuando nos planteamos
si un resalte será destrepable; al no encontrar instalación, tendrá que
serlo. Los rápeles están numerados, aunque se observa alguna cosa rara
puntual en la numeración, debido sin duda a alguna crecida que ha añadido o
eliminado algún rápel.
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Uno de los pasos más característicos es este estrecho pasillo.
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No hemos llegado a la mitad del descenso y empiezan a caer unas gotas. Es
poca cosa, pero la mayor fama del Raton nos hace preocuparnos. ¡Menos mal
que todas las previsiones daban las primeras lluvias bien entrada la tarde!
Son sólo dos gotas y enseguida cesa la lluvia. Decidimos no parar hasta la
escapatoria que marca la mitad del descenso.
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El descenso es bastante continuo, sin tramos largos de andar.
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El caudal aumenta un poquito progresivamente según avanzamos, gracias a
algún pequeño aporte. Sigue siendo algo muy normalito. La morfología del
cauce es muy constante: todos los rápeles son pequeños, raro es el que pide
más de 15 metros de cuerda, y cuando sucede es porque se encadenan varias
marmitas. La progresión es muy física por lo resbaladizo: hasta cuesta salir
de las marmitas en que cubre más de la cintura.
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De algunas marmitas cuesta salir de verdad.
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En la segunda mitad del descenso encontramos dos grandes caos de bloques,
en los que pequeños hitos nos marcan el camino, sin dificultad para
sortearlos. Se va acercando el final, la numeración descendiente de los
rápeles ya sólo tiene un dígito.
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El caudal va subiendo según se acerca el final. Mejor, jejeje.
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Y cuando por fin se acerca el número 1, ¡no está! En su lugar, el puente de
la carretera. Bueno, no pasa nada, llevamos ya unos 40. Uno más o menos, no
se nota. Hemos tardado unas 5 horas en el descenso, el cielo está cada vez
más amenazante. La sensación es de alivio.
Ahora toca subir a por la furgo. Como yo ya me he comido dos pateos y
Esteban venía a este viaje un poco roto, se ofrece Ángel. No hay senda
balizada ni apenas indicaciones, salvo que hay que trepar por el muro de una
fuente y seguir recto hacia arriba por una pedrera empinada, de las de tipo
escaleras mecánicas, un paso hacia arriba, dos hacia abajo. En alguna reseña
había leído que se puede evitar escalar el muro si sigues 20 metros más
arriba y subes por detrás de una caseta de servicio. Así que Ángel se va por
allí. Nos comparte su ubicación, por si acaso.
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A la izquierda, la fuente. La subida arranca justo en su vertical. A
la derecha, caseta que evita trepar el muro de la fuente. Foto de
Google.
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Un buen rato después, vamos viendo en el móvil que Ángel no está subiendo
por donde se supone que va la senda. Quizás sea por la mala cobertura... En
un momento dado, nos dice por guasap que está perdido y enriscado. Él nos ve
a nosotros, pero nosotros no lo vemos. No podemos indicarle hacia dónde
podría ser. Aparece entonces el barranquista que habíamos visto por la
mañana. Nos dice que es guía local, que había venido a verificar los
descensos, y nos explica por dónde se sube, y que no tiene pérdida.
Evidentemente, Ángel no ha ido por ahí. No podemos hacer nada salvo confiar
en que pueda bajar de nuevo. El objetivo de llegar al coche ya es
secundario. No sabemos por dónde ha subido, así que no podemos ir a buscarlo
con cuerda o cualquier otra cosa que pudiese ser de ayuda. Llueve,
moderadamente.
Un rato después, vemos aliviados que vuelve hacia el puente. Está
completamente magullado y empapado. Le contamos lo que nos ha dicho el guía
y, evidentemente, no tiene ninguna gana de volver a intentarlo. La opción de
buscar alguien que nos lleve hasta la estación de esquí es muy lenta, porque
aunque encontrásemos a alguien, luego hay cerca de dos horas de pista. Así
que me toca. Cojo la llave, el móvil, un frontal y una botella de agua, y me
voy. Subo por detrás de la caseta y veo lo que parece una senda que sigue
recta, seguramente sea de animales que bajan al río. Sin embargo, yo me
desvío unos 15-20 metros a la izquierda a coger la vertical de la fuente. Y
ahí aparece la famosa pedrera, que no es más que restos de movimientos de
tierras para una canalización.
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En rojo, la subida infernal. En amarillo, la zona por donde debió de
andar Ángel. Imagen de Mapy.cz.
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La subida es sencillamente infernal. Hay un par de tramos donde me puedo
agarrar a un cable desenterrado, pero en general se trata de conseguir
afianzar cada paso para no resbalar hacia abajo por la fuerte pendiente. No
me lo quiero ni imaginar con la mochila llena en la espalda. La primera parte es un
tramo recto inicial que se hace interminable. Cuando empieza a girar un poco
a la derecha, parece que quiere ir suavizando. Hasta que no alcanzo una
especie de collado, no se convierte en una subida dura "convencional". Tras
55 de los más fatigosos minutos de mi vida, llego a la furgo. Ya sólo me
queda recorrer de vuelta los 17 km hasta el puente del Raton.
Llegamos a Entrevaux de noche, y lloviendo. Encontramos nuestro
alojamiento, justo encima de un antiguo molino reconvertido en pequeño
museo. Introducimos el código y la puerta sigue bloqueada. Sí que hace el
sonido de apertura, pero debe de haber algún cerrojo echado. No hay ninguna
ventana abierta ni forma de acceder al interior. No queremos reventar la
cerradura, porque seguramente nos la querrán cobrar. La oficina de turismo
está cerrada y no hay ningún teléfono de contacto. En la página de Gîtes de
France donde hice la reserva no hay ningún teléfono en que atiendan a esas
horas. Nadie de los que preguntamos sabe dónde localizar a alguien de la
oficina de turismo. Y la policía nos dice claramente que no va a mover un
dedo para ayudarnos. Por último, preguntamos en el hotel Vauban si conocen
la forma de contactar con alguien. Tampoco hay suerte. Así que les pregunto
por el precio de una habitación triple. Al dueño le damos algo de lástima y
nos la rebaja un poco: 90 €. Son casi las 22:00, la cocina ya está cerrada.
Encima nos toca cenar comida fría de ataque. En fin...
Jueves 20: descanso
Con el mal humor de no poder cenar ni dormir ni desayunar según lo
planeado, nos plantamos en la oficina de turismo a primera hora. Cuando le
explico lo sucedido a la empleada, coge la llave del alojamiento, cierra la
oficina y nos acompaña hacia allí. Supongo que pensaría que no supimos abrir
la puerta. Llueve bastante. Al llegar, le explico lo que hicimos, todo
correcto. Saca la llave y sólo con ella consigue abrir. No sabe
dónde meterse. Nos pide disculpas: el personal de limpieza había cerrado con
tranco. Le explico que, además de las molestias causadas, hemos tenido que
pagar una habitación de hotel. Nos contactaría cuando le explicase el
problema a la agencia.
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El centro de Entrevaux al pie del castillo y, en primer plano, el
tejado de nuestra casa.
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Con la lluvia y el cansancio acumulado, decidimos tomarnos el día de reposo
y nos dedicamos a hacer turismo. Visitamos Entrevaux, un pueblo medieval
bonito, con un puente muy característico sobre el río.
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La entrada al casco antiguo.
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Cogemos el coche y nos acercamos a ver las cascadas de Amen desde la
carretera. No hay informes de que nadie las haya hecho esta temporada. El
caudal parece alto y la roca tiene el mismo aspecto que el Raton.
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Cascadas finales de Amen, desde la carretera.
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También nos acercamos a ver una cascada cerca del pueblo. Resulta ser el
Ray, con un géiser muy característico según las fotos, aunque ahora mismo no
corre mucha agua. La mayor duda es la aproximación, que parece ser por una
vira muy inclinada en mitad de la pared, muy expuesta a priori.
Y terminamos el día visitando Puget-Théniers, no muy interesante, la
verdad.
Viernes 21: Imberguet
Por la noche ha estado lloviendo bastante. El sábado ya dan buen tiempo,
así que reservamos Riolan para el día de vuelta, a riesgo de que haya
demasiada gente por ser fin de semana. El río baja color gris, debemos descartar Amen. Así que nos decantamos por
Imberguet que, aunque quede un poco lejos, parece una opción muy sensata, y
de lo que mejor valoración tenía por la zona. Nos espera una hora de
coche.
Pasamos por delante del Ray. El géiser está espectacular, perfecto de
caudal. ¿Quizás a la vuelta? Llegamos hasta Imberguet y aparcamos donde se
indica en las reseñas. Ya que estamos ahí, decidimos hacer también el
superior, así que cogemos la senda evidente hacia cabecera. Esta vez no hay
ninguna duda: subir hasta unas ruinas y, desde ahí, enseguida al
cauce.
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Aproximación, con y sin combinación de coches. Imagen de
Mapy.cz.
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El tramo superior tiene rápeles medianos, con toba y bosque. No está muy
encajado. El caudal es bajo. Hacia la mitad, en un encadenamiento de dos
rápeles, una captación se lleva el agua hacia la izquierda, aunque un poco
más tarde reaparece. Alguna marmita es profunda, y se podría pensar en
saltos o toboganes de cierta entidad. Como de costumbre, pecamos de
precavidos, que no lo conocemos bien.
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El primer rápel largo.
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El primer tramo es abierto, con vegetación y rápeles
arrampados.
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Acercándonos ya al puente que divide los dos tramos, el cauce se vuelve más
rectilíneo. Desde el puente, está prohibido pisar el agua durante 300
metros. En los resaltes hay unas grapas tipo vía ferrata para evitar el
agua, aunque es casi imposible no meter el pie una o dos veces. No indican
el final del tramo regulado, así que lo hacemos a ojo.
Tras ese tramo de bosque, el encajamiento comienza. Entramos en una gorga
de cierta oscuridad, y los resaltes se encadenan sin descanso, todos de
pequeño o medio tamaño. El caudal es muy justito. Y empezamos a saltar y
saltar. Son saltos más bien pequeños, porque no lo conocemos y no se ve del
todo bien, así que los más grandes los rapelamos, ante la duda. Esta
garganta es un acuapark muy divertido. Sin conocerla, ya nos lo estamos
pasando genial. Y además es bonita. El día está gris, lo que la hace un poco
lúgubre; con el sol entrando tiene que ser preciosa.
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Rápeles cortitos.
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Garganta bien formada y encajada.
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Encadenando rápeles. |
Hacemos una parada para comer cuando la garganta se abre en una especie de
sala. Después montamos un pasamanos para llegar a la cabecera del mayor
rápel del descenso, que cae a una badina formada por una presa, con el agua
lechosa. Desde aquí, unos pocos rápeles más nos dejan ya al borde del
Vésubie, al que no hay que bajar. Una senda por la izquierda nos lleva a la
pasarela por la que alcanzar la carretera.
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El embalse lechoso.
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Esteban se va encontrando mejor de sus males, así que se ofrece para ir a
recuperar la furgo. Tiene que recorrer poco más de un km de carretera, con
un túnel sin aceras, estrecho y con bastante tráfico. Se lleva un chaleco
reflectante, un frontal y una buena dosis de suerte, esperemos. Tras cruzar
el puente del Vésubie, una senda sube directamente en otro km escaso al
pueblo donde hemos aparcado.
Ya de vuelta, vemos que el géiser del Ray ha bajado bastante. Nos
planteamos atacarlo, pero lo expuesto de su aproximación no nos motiva nada
y se va notando el cansancio acumulado.
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El Ray. Se intuye su géiser. |
Recibo una llamada de la oficina de turismo de Entrevaux. Aceptan
reembolsarnos dos de las tres noches por la molestia ocasionada. Cubrimos la
noche de hotel y algo más, así que aceptamos. Únicamente les recomiendo
disponer un téléfono de contacto para caso de urgencias.
Sábado 22: Riolan
Toca recoger trastos y emprender el viaje de vuelta. Antes, queremos
descender uno de los cañones más famosos de la zona, y de Francia: la Clue
du Riolan. Esperamos encontrar mucha gente, veremos...
Llegamos a una pequeña explanada junto a la carretera, al inicio de
encajamiento superior. Pretendemos hacerlo entero, a pesar de que mucha
gente se salta el tramo inicial. Hay un par de coches, con todo el aspecto
de barranquistas.
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Los dos tramos de Riolan. Los posibles accesos, carretera y sendas están perfectamente marcados en este mapa de Mapy.cz. |
Alcanzamos el río enseguida y comenzamos a caminar por la orilla. Hay
huellas recientes. Llegamos al primer encajamiento, con un caos de bloques
donde buscamos algún rápel. Recuerda mucho a descensos de Guara como algunas
partes del Mascún, Oscuros, Peonera... Aquí adelantamos a un primer
grupo.
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El primer rapelillo. |
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Pasos bajo bloques y sifones, si se buscan.
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El puente al final del primer tramo. |
Enseguida termina este primer encajamiento y toca andar un cuartillo de
hora por el río. Vemos más grupos pequeños que entran aquí al cauce.
Adelantamos a otro grupo de empresa justo antes del primer rápel tras este
"intermedio". La garganta se va encajando poco a poco, entre rápel y rápel
hay tramos de andar o nadar un poco. En algunos puntos se convierte en un
pasillo estrecho. El caudal es el ideal para disfrutar el descenso y la
única pega es que el agua está turbia. |
Pasillo con paso. |
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Entrada a uno de los pasillos. |
Llegamos a un ensanchamiento del río. Hemos adelantado a otro grupo más y
vemos a un montón de gente haciendo un descanso. Un guía joven, simpático y
casi tan atractivo como yo, nos pregunta si vamos a parar o no. Nos pregunta
si nos gusta, si lo conocemos y, al decirle que no paramos todavía, nos
indica dónde saltar en la siguiente marmita, ya que la turbidez impide
sondear "a vista". Gracias a él conseguimos el salto de mayor altura de toda
la semana, posiblemente.
Entramos ahora en un sector de paredes más altas, la garganta se hace más
impresionante. Adelantamos a otro grupo más. Estamos en una zona de
pasillos, con pasos bajo bloques empotrados. Es un descenso chulo aunque
facilillo, ideal para poner fin a nuestra semana.
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Rapelillo. |
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Rapelillo desde abajo. |
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Tras descensos con caudal muy flojito, agradecemos un poquito de agua. |
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El rápel más largo, posiblemente. |
Poco a poco las paredes pierden altura y el sol recupera terreno. Queda
algún paso con bloques hasta que finalmente alcanzamos la captación de agua
que indica el final. Está prohibido seguirla, continuamos por el cauce
durante 10 minutos, sorteando los característicos estratos inclinados de su
final, hasta el puente de la carretera.
Ya sólo queda subir a buscar la furgo, como siempre. Preguntamos a un par
de grupos si tienen que subir a recuperar vehículos y no hay suerte. Así que
me subo por la carretera, atajo por la senda que sube a Sigale y de ahí sigo
por la carretera, aunque hay una senda que ataja unos metros. A ratos
caminando, a ratos corriendo, llego a nuestra furgo en una hora o algo
menos. Ya abajo, mientras comemos algo vemos al helicóptero entrar y salir
del cañón. Nunca llegamos a enterarnos del motivo.
Emprendemos la vuelta por Aiglun. La garganta es aún más imponente que la
de Riolan. Y el caudal pinta muy alto, tal y como nos había indicado el guía
en Raton. Una vez más, 12 horas de viaje nos separaban de casa, alguna más
para Ángel.
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Sapos y renacuajos, una constante de este viaje. |
Es inevitable comparar este viaje con los anteriores. La primera
comparación es que hemos visto más sapos que nunca, incluso uno escapando de
ser devorado por una víbora.
Para mí, el de Ticino fue el más intenso, estético, sorprendente y
memorable; en el de los Alpes franceses nos metimos con algún caudal serio;
en Lombardia hubo varias sorpresas inesperadas, y aunque Friuli no me
resultó tan espectacular, el final con Claretto fue sensacional. Sin
embargo, en Alpes Marítimos hemos tenido varias decepciones:
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A la Bendola le faltaba ese algo de estético o técnico que tienen los
"grandes". Es un recorrido largo, sin más; excesivamente largo desde el
vivac.
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Raton no tiene tampoco ningún paso o cascada memorables: pocos días
después, ya había borrado de mi mente la mayoría de resaltes: todo era
bastante similar y resbaladizo.
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La Maglia parece no ser ya lo que fue, tras la crecida que la dejó llena
de bloques.
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Hemos encontrado varios caudales demasiado bajos. Bagnolar, Imberguet o
Courmes habrían mejorado con más agua. En la Bendola fuimos en seco varias
horas.
Por otro lado, con algunas variaciones, es una zona a la que pienso volver
con otros compañeros de viaje; dentro de unos pocos años, cuando ya no sean
tan bajitos.