Un poco de mi historia y experiencia
Antes de 1994
El Grupo Espeleológico Ribereño
nació en 1970 (bastante antes que yo, claro), aunque no se registró como
asociación hasta 1972. Al principio, la actividad consistía básicamente en un
puñado de amigos que se introducían en las cuevas de la zona con los pocos
medios de que disponían. Poco a poco, fueron tomando contacto con otros clubes,
haciendo cursos, y asistiendo a campamentos. Se inició el contacto con la
Diputación de Burgos y su Servicio de Investigaciones Espeleológicas, que
darían como fruto trabajos de exploración y topografía en zonas como Carazo,
Basconcillos del Tozo o Clunia. Asimismo, se topografiaron bodegas del subsuelo
arandino y se comenzó con la organización de las Semana de Espeleología y el
Concurso de Fotografía Espeleológica, que servirían para dar a conocer el club,
no sólo en Aranda, sino a nivel incluso internacional. Varios miembros del club
se formaron como monitores regionales y nacionales, llegando a dirigir el
espeleosocorro castellano.
En cuanto a mí, de la mano de mis
padres, miembros del club, y mi tío, topógrafo por excelencia en el GER,
realicé varias visitas a la cercana Cueva de la Galiana, en Ucero, a principios
de los 90. Yo era un niño, pero ya le cogí el gusto a esto de las cuevas.
Además, pronto me regalaron mi primer casco con carburero, lo que me animaría
todavía más a querer participar en eso de la espeleología.
Por aquel entonces, ya apareció
un misterio que hoy en día sigue sin ser resuelto: odio mancharme, pero me
encantan las cuevas. Yo era un niño un tanto “pijo” al que, al revés que los
demás, no le gustaba nada chapotear en el barro y ponerse perdido. Estaba muy a
gusto con mis manos limpias y mi ropa seca y sin manchas. Y el caso es que hoy
sigue siendo igual: hago todo lo posible por no mancharme en las cuevas, soy
capaz de salir de una con un poquito de barro en codos, rodillas y botas,
mientras mis compañeros parecen salidos de la fiesta del chocolate.
Al salir de la Sima del Sondeo. Por supuesto, ¡la odio! |
Mi cursillo de iniciación
En primavera de 1994, a la
“temprana” edad de 12 años, me animaron a inscribirme en el Curso de Iniciación
a la Espeleología que organizaba el GER todos los años. En aquella época, los
cursos duraban casi un mes, y se empleaban 4 fines de semana. Todavía recuerdo
el mío. El primer fin de semana visitamos la Cueva de San Cristóbal; como nos
gustó y queríamos más, los cursillistas hicimos que nos llevasen a otra cueva, y
eligieron la Sima de los Candelones. El segundo fin de semana fue empleado en
aprender técnicas de progresión por cuerda en las paredes de Doña Santos. Fue
la primera vez que me puse un arnés y me colgué de una cuerda. Los dos últimos
fines de semana tocaron simas: CJ-3 y el Carlista de Ucero.
Estaba claro: aquello me gustaba.
Así que permanecí apuntado al GER, y deseando que me llevasen de cuevas; pero
no todo el mundo quería cargar con el Peque, un chaval de 12 años, en sus
salidas. Aún así, visité cuevas como la SC-4 o la travesía Perlas-Valporquero.
Curso de formación
Todos los otoños, la Federación
Castellana organizaba los cursos de formación y perfeccionamiento. Yo quería
más, y pedí realizarlos. A pesar de que solían exigir un año de práctica
espeleológica, me permitieron acudir. Eran épocas en que los cursos eran
itinerantes, y cada fin de semana estábamos en un lugar de Castilla. Pasamos un
fin de semana en Mave (Palencia) haciendo prácticas en pared, incluyendo mi
primer contacto con los autosocorros (no me enteré de gran cosa, porque no
podía levantar a mis compañeros). Las prácticas de topografía tuvieron lugar en
Segovia, en una pequeña cueva llena de arena y arañas, a altas horas de la
madrugada. Y las de instalación en cavidad, en una sima de verdad (por lo menos, el frío sí era real), como la S-1 del
Espigüete. Dormíamos siempre en locales que cedían los ayuntamientos o en
tiendas de campaña. En ese curso pude conocer a compañeros de otros clubes
(UEVA, el desaparecido Horizonte Cultural segiviano, Espeleoduero, Niphargus…).
Adolescencia y curso de perfeccionamiento
Paredes de Doña Santos. |
Pero fui creciendo y, aunque
nunca dejé de lado las cuevas, el año que pasé en Francia y la edad esa en la
que salen granos en la cara me tuvieron más preocupado con otras cosas. A pesar
de ello, poco a poco fui completando mi equipo (equipo de progresión, arnés,
monos interior y exterior…). Salía con cierta regularidad a realizar prácticas
en las paredes de Doña Santos, aunque no visitara cuevas muy llamativas.
Pero a partir de 1998 fui
retomando la actividad. Así, además de asistir a mi primer encuentro
espeleológico, organizado por la UEVA (qué bien lo pasamos…), realicé mi
primera topografía en cavidad, fruto de una desobstrucción en la Sima de los
Candelones. A ésta le siguieron otras, como los alrededores del Pozo Amable de
la Torca de los Morteros, o algún sector de la Surgencia del Río Trifón.
También participé en alguna exploración en la Sima de las Chovas, donde alcancé
mi máxima profundidad, con -373 m (no cuento las travesías, que de ésas no hay
que subir).
Cuando encontrábamos un rato
libre, les pedía el coche a mis padres y nos acercábamos al cañón del Río Lobos
a visitar alguna de las simas más conocidas. Muchas veces repetíamos, pero
venía muy bien para practicar, no sólo progresión e instalación, sino
preparación de material, logística y esas cosas.
En 2001, convencido de mi
evolución, me inscribí en el curso de perfeccionamiento de la Federación
Castellana, con el que finalicé mi formación de base y fui afianzando
conceptos. Por aquel entonces, los cursos ya se celebraban por completo en la estación-albergue
de los Merindades, en Santelices. Como salida final de curso para practicar
instalación en cavidad, tuvimos el privilegio de “desvirgar” un nuevo pozo en
la Torca de los Morteros.
Paralelamente, durante estos años
colaboré ocasionalmente con el Club Juvenil de Caja de Burgos como guía en sus
salidas de espeleología.
Los barrancos
Lalarri |
En el verano de 2001 me tomé una
semana de vacaciones con unos compañeros del club en la que descendimos varios
barrancos sencillos del Pirineo (Yesa, Gloces, Furco). Fue mi primera toma de
contacto y, a pesar de resultar ser una semana durilla por una infección en
boca y garganta, me enamoré de esta nueva actividad.
Realmente, mi primer barranco
había sido el Viu de Llevata en Septiembre de 2000, gracias a un premio en un
concurso de estudiantes preuniversitarios. Otro de los premios del concurso fue
el Manual Técnico de Descenso de Barrancos, que a lo largo de todos estos años
me ha servido de guía para aprender y practicar técnicas y maniobras.
Así, en sucesivos veranos,
gracias a la información que encontraba en internet, fui descendiendo nuevos
barrancos, al principio fáciles, como Formiga, Viandico, Mascún… Con el paso de
los años me fui atreviendo con los, a priori más complejos o comprometidos, y a
día de hoy ya reúno 77 descensos diferentes, desde La Yecla, Las Calderas o las
cascadas del Duratón a joyas como Lalarri, Consusas, Cebollar, Neste de Saux, o
paraísos de saltos y toboganes, como L’Artigue, Bitet o Llech. Cada vez me
gustan más los caudales altos, y los rápeles largos y encadenados, pero todavía
me quedan muchos por descender. Admito que los barrancos han escalado hasta mi
segunda actividad preferida, por delante de la espéleo, y sólo superada por el
esquí.
Curso de Iniciador
Dedicando el invierno a esquiar y
el verano a los barrancos, la espéleo quedaba para primavera, otoño, y los
fines de semana en que me fallasen las otras dos. Pero aún así seguía
aprendiendo y practicando; en 2004 me inscribí para realizar el curso de Iniciador
Deportivo en Espeleología con Ernesto, otro compañero del club. El primer
trámite fue acudir a Cantabria un fin de semana de Febrero, en que justamente
hubo temporal de nieve y casi no conseguimos llegar, para realizar las pruebas
de acceso. No nos supusieron mayor problema, a pesar de que íbamos con un
cierto temor por ser la primera vez que participábamos en un curso de la
Federación Española.
Ya en verano, permanecimos 2
semanas en Ramales, recibiendo formación teórica y práctica. El ambiente era muy
distinto al compañerismo que había en la Federación Castellana entre alumnos e
instructores; en la Española había una especie de barrera entre ambos colectivos.
A pesar de ello, fue un curso útil (aunque a veces, más que un curso parecía
una sucesión de exámenes). Me alegré de saber que Ernesto y yo teníamos muy
buena técnica de instalación y progresión, aunque otras materias como la
didáctica o la fisiología no fuesen nuestro fuerte.
Así, en 2004 me convertí en
Iniciador.
Mi época reciente
A raíz de la obtención del título,
desde 2004 he participado como colaborador en los cursos de base de la
Federación Castellana que se realizan todos los otoños. Allí he podido seguir
en contacto con otros clubes de la región.
2004 también supuso para mí un
serio cambio espeleológico: abandoné mi carburero y me compré un casco con
iluminación de leds. Adiós al carburo, al engorro del carburero (y a su
calorcito, eso sí), a los apagones continuos y a la escasez de luz.
Galería de los Minusválidos en Fría-Lobo. |
No sé si por relatos de los
compañeros, por internet o por qué, me entró la fiebre por las travesías
espeleológicas. Ya conocía Valporquero, que era para mí un clásico de todos los
años, pero le fui añadiendo Fría-Lobo, Tibia-Fresca, Tonio-Cañuela,
Crucero-Calaca, Caballos-Valle, Coterón-Reñada y, la última y una de las
mejores, Rubicera-Mortero. Incluso organicé una travesía simultánea en dos
sentidos entre la Torca de los Morteros y la Cueva de Imunía, actividad nada
frecuente, visto el estado en que estaban los spit.
Con travesías y otras visitas a
cavidades, contabilizo a día de hoy 56 cuevas y sistemas diferentes (66 si
contamos las diversas bocas de acceso), y sin tener en cuenta las visitas
turísticas. También me queda mucho por hacer.
En el ámbito de la exploración,
en el GER hace años que no tenemos zona de exploración, pero se sigue haciendo
alguna cosilla esporádica. Además de Chovas, hace poco colaboré con la
exploración y topografía de la embarrada y poco respirable Sima del Sondeo,
además de alguna cosilla que se podrá contar a su debido tiempo.
Y en el aspecto formativo, en
otoño de 2011, la Federación Castellana organizó un curso de Monitor Deportivo
en Espeleología. Fue todo un éxito, pues nos reunimos una decena de Iniciadores
castellanos. Se celebró en el CPRATL de Palencia (el súper-rocódromo de la
entrada), y pude actualizar conocimientos y aprender mucho más de lo que sabía
sobre espeleosocorro. Así, ahora tengo el título de Técnico Deportivo de Nivel
II en Espeleología, al haberlo convalidado con el de Monitor.
El GER hoy
Hoy en día somos unos 90 socios
en el club. Sin embargo, la actividad principal es la montaña o senderismo.
Todos los meses se preparan una o dos salidas de día o de fin de semana, a
diversos parajes de nuestro alrededor, desde las lagunas de Neila o Somosierra a
los Picos de Europa o la Sierra de Gredos.
En barrancos, por ser el socio
más activo, soy también el principal organizador de salidas, y me atrevería a
decir que en espéleo también. Seguimos sin zona de exploración, pero parece que
hay gente nueva decidida a cambiar esto.
Todos los años se organiza un
Curso de Descubrimiento de la Espeleología, con 3 charlas y una visita a cueva
(ya no es el curso largo de 4 fines de semana de hace años). Así, el que siga
interesado podrá seguir recibiendo formación y utilizando material personal del
club durante el primer año. También se sigue con la organización de las
Jornadas de Espeleología, todos los otoños, y uno de los más importantes (si no
es el que más) Concurso Internacional de Fotografía Espeleológica.
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