lunes, 21 de enero de 2013

Baqueira

19 y 20 de Enero de 2013


Nuestro finde

Tras ver que estaban cayendo unas nevadas indecentes en el Pirineo, decidimos estrenar la temporada de esquí en Baqueira, esperando que tuviese una buena combinación de nieve nueva, poco viento y la menor nubosidad posible. Pero, según se acercaba el fin de semana, las previsiones empeoraban más y más, apareciendo en boca de todos una palabrita llamada “ciclogénesis”.
Con hotel y forfait reservados a través de la web de Baqueira, con un precio muy atractivo, pero ya pagado, fuimos resignados por las previsiones de mal tiempo. Y así fue, pues el sábado nos encontramos cielo cubierto, nieve mojada y lluvia por debajo de 2000 m. A pesar de ello, pudimos esquiar por primera vez este invierno. Fue un día tranquilo de esquí, sin muchas florituras por la mala visibilidad y la mala nieve. Desde Viella, se veían los restos de la mayor nevada de los últimos 10 años, aunque ya estropeada por la lluvia. ¡Quién hubiese podido estar en el valle dos días antes!
Pero el domingo nos despertamos con el cielo cubierto y nevando. El paisaje había cambiado y ahora todo estaba blanco. El paquete de nieve aumentaba según ascendíamos, superando los 50 cm recientes en las pistas no pisadas. En cotas altas el viento era fuerte, y eso impidió abrir algunos remontes, además de por el exceso de nieve y el peligro de avalanchas. Pero pudimos hacer bajaditas interesantes entre pinos de las cotas bajas. A media mañana pasó un claro, y al final del día el cielo se despejó, para dejarnos una fantástica despedida en la última bajada.

El hotel

Estuvimos alojados en el hotel Marvel Beret, en la salida de Viella hacia Baqueira. Cogimos una oferta con forfait y media pensión, y el precio era bastante bueno para un hotel de 3 estrellas. La habitación no era nada del otro mundo, y el bufet de la cena nos pareció cutrillo, pero la diferencia con el precio de alojamiento y desayuno hacía que cada cena saliera por 5 euros, así que tampoco podemos quejarnos. La atención del personal fue buena. Había una pequeña piscina climatizada, pero no llegamos a utilizarla.

La estación

En pistas, ya que nos habíamos ahorrado unas pesetillas con la cena, decidimos comer bocatas en los restaurantes de la estación. Éste sí fue un error: por dos bocatas cutrillos, un refresco pequeño y unas patatas fritas pagamos 17 eurazos. ¡Hasta la máquina de cocacolas cobra 3,20 € por una botella de medio litro! Y, si bien la persona que nos atendió el sábado en Beret fue amable, el energúmeno que nos tocó el domingo en Baqueira 1800 estuvo a punto de hacernos pedir el libro de reclamaciones por su grosería y por manosearnos los bocatas si miramientos… y sin guantes.
En cuanto a la estación en sí, para mí Baqueira es la mayor de España por km de pistas: lo siento, pero no admito los 140 de Formigal, que para mí no pasan de 70-80. Lo que sí tiene mejor que las demás son los fueras de pista; no hay tanta aglomeración de pistas por remonte como en Aramón, lo que deja laderas disponibles para pintar líneas (sólo si llegas 10 minutos después de la nevada, porque el ansia por hacerlo es generalizada). Los remontes son sólo aceptables, a pesar de que en los últimos años han mejorado (el Jorge Jordana es un gran ejemplo), pero hay varios puntos que deberían estar equipados con desembragables: Argulls – Teso dera Mina, Solei – Manaud, Clot der Os - Dossau y, para mí y sobre todo, Vista Beret (que espero que pronto sea sustituido o complementado con el telesilla Saumet). Lo que no termino de entender es cómo, mientras en todas las demás estaciones hay forfait con tarjeta magnética, en Baqueira te leen con una pistolita, como si fueras un paquete de salchichas en la caja del súper, cada vez que vas a coger un remonte. Así por lo menos ves que los remonteros parecen amables, en general.
Por último, me temo que debo confirmar que bastante gente de la que, por término medio, esquía en Baqueira, es la clase de gente que nos imaginamos. Tanto en la carretera como en pistas encontramos mucha pasta y poco respeto. Espero equivocarme y que sólo sea una minoría.
Pero, al fin y al cabo, Baqueira es la única estación del Pirineo español con un microclima atlántico que le hace recibir unos paquetones de nieve que no son ni medio normales. Esto era lo que buscábamos, y esto fue lo que encontramos. Espero que lo podáis apreciar en mi primer vídeo (Es el primero que hago, así que no me hundáis en la miseria con las críticas…).


jueves, 3 de enero de 2013

Coterón - Reñada


El pasado 3 de Enero, “engañado” por Julia y Tubi, compañeros del G. E. Niphargus, repetí esta travesía que, sin ser una de las más famosas de Cantabria, sí me resulta muy atractiva por la variedad de galerías que se recorren, la comodidad de accesos y su relativa sencillez técnica.
Con la resaca de las fiestas navideñas y un poco del inevitable “¿Qué rayos hago yo aquí y ahora?”, quedamos con Pacho, un colega asturiano de Julia y Tubi en Riva, al ladito de Matienzo (casi se nos presenta en la cueva andando, de lo cerca que le pillaba). Dejamos un coche en la salida de Reñada, en una pequeña explanada herbosa frente al camino por el que regresamos de la cueva. Parece hecho a propósito para que aparquemos. Con el otro vehículo, nos subimos hacia Coterón. No hace falta seguir las indicaciones del libro de Isidoro Ortiz, sino que dejamos el coche en un saliente hormigonado junto a casa ganadera (fácilmente reconocible por la piscina de popó vacuno que tiene adosada). Eso sí, conviene preguntarle al dueño si le molesta, porque a veces necesita el hueco para meter la cisterna y vaciar el depósito de estiércol. Desde aquí, en 20-30 minutos de subida alcanzamos la boca de Coterón.
La travesía está suficientemente descrita en el libro, así como en las experiencias de otros compañeros relatadas en páginas y blogs, por lo que no detallaré el camino que seguir en cada momento. Basta con fijarse en los hitos y reflectantes que la jalonan por completo, y solamente dudaremos en unos pocos puntos. He de reconocer que en esta ocasión se notaba el haberla realizado apenas medio año antes: eso me servía para recordar la dirección correcta en casi todos los cruces de galerías y puntos conflictivos.
La entrada por Coterón es un P52 directo desde la cabecera. Existe una cuerda fija que nos ayuda a alcanzar la instalación. Para evitar los roces en la parte alta del pozo, hay un desviador frente a la cabecera, que plantea un verdadero misterio y un desafío a las leyes de la física: cómo sujetarse a la pared estando introducido apenas 3 mm (Sí, he puesto milímetros). Mal por nuestra parte el no sustituir el anclaje, cierto; pero, como decía un encargado de obra: “¡Eso no se mueve!” Probamos la técnica del cordelette para recuperar la cuerda, pues no vuelve a hacer falta en toda la travesía, y costó un poco más de lo habitual por la elasticidad del cordino. Pero luego agradecimos la reducción de peso en la saca.
En la base del P52
Con el pie en el fondo del pozo, llegó la hora de probar el invento de Tubi para sustituir mi módulo Dúo, que hace tiempo que no da demasiada luz, quizás por ser de los primeros con 14 led que salió al mercado. Me sorprendió gratamente, y me permitió ver algo desconocido para mí hasta entonces: los techos de las galerías grandes. En ese momento comprendí que mis 14 experimentados led debían pasar a mejor vida, y Tubi se encargaría de ello…
Comenzamos a andar hacia la Sala del Borde del Mundo con mucha más humedad de la que recordaba del verano. Empecé a preocuparme por el famoso Duck, ya que había estado lloviendo los días anteriores, aunque no en grandes cantidades. Había muchos más goteos del techo y abundantes charcos por el suelo. Con estas preocupaciones llegamos al primer pozo de 13 metros, cuya cuerda fija debe de rondar ya los 13 ó 14 mm de grosor, por el barro y el uso. Imprescindible montar el descendedor en C si queremos bajar sin necesidad de llenar la saca de piedros. Esta sería una tónica general en casi todas las cuerdas fijas de la travesía.
Galerías arenosas
Un ¡Oh! de asombro ante el Borde del Mundo (tampoco es tan exagerado, realmente), y nos encaminamos hacia el ramal Codisera, más largo y atractivo que la vía del P69. En esta zona será donde nos toque arrastrarnos y encajarnos en meandros y grietas, pero no hay nada demasiado estrecho: no tuvimos que soltar demasiados improperios. El único punto donde nos mojamos sí tenía bastante más agua que en verano: era la colada que se encuentra en la primera mitad. Son unos pocos segundos de lluvia, pero sirven para humedecerte un poquillo. Por otra parte, como la cueva es cálida, casi que hasta se agradece. Tras unas galerías medianas de suelo arenoso, algo caóticas por momentos, hay que meterse en una esquina de techo bajo a la derecha para hacer una trepadilla entre bloques. Si no es por el hito que señala el paso, te puedes volver loco buscándolo, pues no lo ves hasta que no le metes el morro.

Tubi en el pasamanos del Lago
Unos metrillos más y el río suena en la Sala de los Dos Sifones. Una cuerda fija nos indica el camino, primero hacia arriba y luego hacia abajo, para poner pie en la Galería del Cordón de Bota. Al poco de empezar, en el suelo aparecen un par de pozos, fácilmente esquivables, pero con un “sartenazo” elegante como tengas un traspiés. No estaría de más una cuerdecita de seguro, pero sin el taladro daba pereza. Poco después llegamos a la zona más conflictiva para mí: sortear el caos de bloques que da acceso a la gran galería del Lago del Fantasma. En esta ocasión perderíamos un cuartillo de hora buscando el camino correcto. Hay que tender a subir, pues por la parte baja los pasos son demasiado expuestos. Como premio por haberlo superado, paramos a comer antes del Lago. El nivel era el mismo que en verano y eso me tranquilizó, pensando de nuevo en el Duck. Un pasamanos tensado con una especie de pasablock nos permite esquivar el lago sin mojarnos, pero más vale tener la cámara preparada por si alguno de los compañeros resbala con el barro de la pared, jejeje.


Una preciosidad de mini-columna
A partir de aquí, galerías grandes, donde aparecen formaciones variadas y preciosas, tanto espeleotemas como formas de erosión y corrosión de la roca, amén de diversidad de colores. Una gozada, vaya. Lo mejor de la travesía, sin lugar a dudas.
Pero toca salir, y para ello hay que pasar por el Duck. Ningún signo de crecida, pero aún así es difícil no mojarse, pues corre agua por el suelo de un laminador de escasamente 50 cm en su parte más alta. Con un poco de esfuerzo, sólo caen rodillas y codos. Pero más adelante encontramos el barro y el agujero soplador, cerquita ya de la calle. En esos momentos siento admiración por los ingleses que topografiaron el sistema, obligados a pasar por ahí para sus trabajos. Al fin y al cabo, para nosotros la calle estaba a unos minutos, pero para ellos la cosa no hacía más que comenzar. Cierto es que yo soy muy pijo para ser espeleólogo, y odio mojarme y no digamos mancharme…
El caso es que salimos a la calle poco después, habiendo entrado a las 13:00, ¡y todavía había luz! Los horarios habituales para la travesía son 8-9 horas, pero nosotros salíamos por Reñada a las 18:30. No corrimos e incluso paramos a comer, pero se nota que no nos perdimos en ningún punto. Como puesto a propósito, un arroyo que se debe cruzar para llegar al coche nos sirve para pegarle un lavado al material.
Aunque estaba previsto quedarnos a dormir en Asón, una imprevista llamada me obligó a volver a Aranda. Ya que habíamos salido mucho antes de lo previsto, no había problema en volver a casa en el mismo día, pues ya sabemos que lo más peligroso de la espéleo es el viaje en coche.